Las ideas culturales sobre la sexualidad varían de una sociedad a otra. La historia puritana de la cultura estadounidense combinada con el valor que damos al control sexual, contribuye enormemente al sentimiento de vergüenza por nuestro cuerpo y nuestra naturaleza sexual. En la mayoría de mis seminarios, las personas que cuentan sus caos de vida sexual insatisfactoria son tan numerosas como las que acuden por motivos de salud. Muchas dicen haber estado casadas años e incluso décadas, sin haber tenido ni una sola conversación con su cónyuge acerca de sus respectivas necesidades sexuales. Los motivos dados varían desde la vergüenza a la simple ignorancia de lo que significa tener necesidades sexuales.
Esta vergüenza sexual, tan predominante en nuestra mente tribal, influye en la necesidad de la sociedad estadounidense de generar leyes que establezcan el comportamiento sexual correcto o incorrecto. Dado que la energía natural del segundo chakra sale del yo y va hacía el "otro", su miedo característico produce la necesidad de controlar el comportamiento sexual. Así, la tribu da validez a las parejas casadas y monógamas y trata de avergonzar a las otras. Algunos estados no sólo consideran incorrectos, sino delictivos, ciertos tipos de conducta sexual, prescindiendo del hecho de que, entre adultos que han llegado a un mismo acuerdo, la actividad sexual es voluntaria. Esta condena legal se dirige en particular a los homosexuales.
La vergüenza por la sexualidad se extiende a las enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis, el herpes y el sida. Inevitablemente, las personas que padecen una enfermedad de transmisión sexual se sienten obligadas a ofrecer un perfil de su vida sexual, para que nadie piense que han contraído la enfermedad por mantener relaciones sexuales indiscriminadas.
Las conductas sexuales delictivas, como la violación, el incesto y el acoso sexual a los niños, son algo más que violaciones físicas; son también violaciones de la energía. Se puede violar el campo energético de una persona maltratando verbalmente o adoptando una actitud destructiva, discapacitadora.
Bill, participante en un seminario, tuvo una relación con su padre que ilustra la violación emocional o de actitud. Cuando era niño, su padre le manifestaba constantemente su desprecio diciéndole que "nunca sería nada en la vida". Él dedicó a tratar de demostrarle a su padre que estaba equivocado, pero jamás lo consiguió. Cuando murió su padre, sin haberse retractado nunca de su condena, Bill quedó paralizado emocionalmente. Sufría de depresión crónica, no era capaz de conservar un empleo y era impotente. Aunque el desprecio de su padre iba dirigido a la potencia de su hijo en el mundo material, no a su sexualidad, la productividad económica y la sexualidad son energías del segundo chakra y, como tales, están estrechamente ligadas.
La violación de un campo energético están motivados por el deseo de mutilar la capacidad de la persona para ser independiente y prosperar. Los órganos sexuales albergan el daño infligido por esas creencias y actos negativos. Numerosas personas que sufren de problemas sexuales, desde la impotencia y la infertilidad hasta el cáncer en los órganos reproductores, recuerdan haber sido criticadas constantemente por sus habilidades profesionales, ambiciones y logros, así como también por su apariencia física. En realidad, los padres "violaron" a sus hijos, despojándolos del poder personal que necesitaban para la salud y el éxito.
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