Las violaciones de energía de este tipo podrían ser incluso más comunes que la violación física y el incesto. Cuando la violación y el incesto se definen en el sentido de violaciones de energía, hombres y mujeres reconocen por igual haber sido violados. Cuando en los seminarios pregunto a los participantes: "¿Cuántos de vosotros habéis sentido violada vuestra dignidad o estima propia en el ambiente laboral o familiar?", casi todo el mundo levanta la mano.
Cuando pregunto: "¿Cuántos de vosotros sois o habéis sido violadores de energía?", la respuesta es, comprensiblemente, algo más moderada. Sin embargo, cuando las habilidades físicas de otra persona nos intimidan adoptamos actitudes negativas hacia ella o nos enzarzamos en un combate verbal, lo que realmente hacemos es intentar violar a esa persona, despojarla de su poder. El cuerpo físico alberga las intenciones negativas en los órganos sexuales: los actos de violación de energía dañan tanto al violador como a la víctima. La violación de un ser humano envenena el sistema energético del violador y, por tanto, contamina su sistema biológico. Las violaciones de la energía tienen una cualidad kármica de juticia inherente que trasciende la justicia física, es decir, aunque parezca que la persona queda impune después del comportamiento delictivo, sobre todo en los casos de violación o incesto, siempre se hará justicia en el plano de la energía, haya o no testigos presenciales. Por este motivo, las enseñanzas espirituales subrayan la importancia del perdón y animan a las personas a continuar con su vida. Espiritualmente, se entiende que el orden divino es una fuerza que está en constante funcionamiento para restablecer el equilibrio cuando logramos desprendernos de la necesidad de determinar un resultado justo. El hecho de que veamos o no la acción de la justicia es irrelevante, pero se trata de una "realidad" que suele costarnos digerir.
La sexualidad es una forma de canje y, en ciertas circunstancias, incluso un tipo de moneda. Muchas personas utilizan la relación sexual como un medio para lograr un fin, y acaban sintiéndose víctimas de violación cuando sus esfuerzos por manipular fracasan. Una persona que canjea relación sexual por un puesto o un trabajo ambicionado, o la utiliza para acercarse a alguien que detenta poder, se queda con la sensación de haber sido violado. Sin embargo, utilizar la relación sexual para lo que la persona llama un "canje justo" no deja la vibración energética de violación en el cuerpo.
La forma más antigua de moneda sexual es, ciertamente, la prostitución, el acto más discapacitador en que puede participar un ser humano. La prostitución de la propia energía es una violación más común que la prostitución física; muchísimos hombres y mujeres permanecen en situaciones que representan seguridad física, sintiendo al mismo tiempo que al hacerlo están vendiendo una parte de sí mismos.
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