martes, 14 de septiembre de 2010

El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea (X)


Otro aspecto del amor sentimental es la "abstractificación" del amor en términos de tiempo. Una pareja se puede sentir hondamente conmovida por los recuerdos de su pasado amoroso, aunque no haya experimentado amor alguno cuando ese pasado era presente, o por la fantasías de su amor futuro. ¿Cuántas parejas comprometidas o recién casadas sueñan con una dicha amorosa que se hará realidad en el futuro, pese a que en el momento en que viven han comenzado ya a aburrirse mutuamente? Esa tendencia coincide con una característica actitud general del hombre moderno. Ese vive en el pasado o en el futuro, pero no en el presente. Recuerda sentimentalmente su infancia y a su madre –o hace planes de felicidad futura–. Sea que el amor se experimente sustitutivamente, participando en las experiencias ficticias de los demás, o que se traslade del presente al pasado o al futuro, tal forma abstracta y enajenada del amor sirve como opio que alivia el dolor de la realidad, la soledad y la separación del individuo.
Otra forma de amor neurótico consiste en el uso de mecanismos proyectivos a fin de evadirse de los problemas propios y concentrarse, en cambio, en los defectos y flaquezas de la persona "amada". Los individuos se comportan en ese sentido de manera muy similar a los grupos, naciones o religiones. Son muy sutiles para captar hasta los menores defectos de otra persona y viven felices ignorando los propios, siempre ocupados tratando de acusar o reformar a la otra persona. Si dos personas lo hacen –como suele ocurrir–, la relación amorosa se convierte en una proyección recíproca. Si soy dominador o indeciso, o ávido, acuso de ello a mi pareja y, según mi carácter, trato de corregirla o de castigarla. La otra persona hace lo mismo y ambas consiguen así dejar de lado sus propios problemas y, por lo tanto, no dan los pasos necesarios para el progreso de su evolución.
Otra forma de proyección es la de los propios problemas en los niños. En primer término, tal proyección aparece con cierta frecuencia en el deseo de tener hijos. En tales casos, ese deseo está principalmente determinado por la proyección del propio problema de la existencia en el de los hijos. Cuando una persona siente que no ha podido dar sentido a su propia vida, trata de dárselo en función de la vida de sus hijos. Pero está destinada a fracasar consigo misma y para los hijos. Lo primero, porque cada uno puede sólo resolver por sí mismo, y no por medio de otro el problema de la existencia; lo segundo, porque carece de las cualidades que se necesitan para guiar a los hijos en su propia búsqueda de una respuesta. Los hijos también sirven a finalidades proyectivas cuando surge el problema de disolver un matrimonio desgraciado. El argumento común de los padres en tal situación es que no pueden separarse para no privar a los hijos de las ventajas de un hogar unido. Cualquier estudio detallado demostraría, empero, que la atmósfera de tensión e infelicidad dentro de la "familia unida" es más nociva para los hijos que una ruptura franca, que les enseña, por lo menos, que el hombre es capaz de poner fin a una situación intolerable por medio de una decisión valiente.

4 comentarios:

  1. Casi siempre en la convivencia de parejas con problemas, cada uno ve los defectos en el otro y no en sí mismo, que son mecanismos proyectistas, como explicas, es como una forma de defensa.

    Un abrazo.

    Juan Antonio

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  2. ¿Cuántas veces me dije que no podía privar a mis hijos de su padre? Muchas veces, hasta que entendí algo simple: yo nunca privaría a mis hijos de su padre, convivieran o no con él. Esa era mi fuerza y esa sigue siendo mi fuerza, en mi relación de madre con mis hijos, y eso, pese a todos los pesares, que también los hay, claro. Un abrazo inmensamente azul.

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  3. ¡Hola! juan antonio: la vida es un constante vaivén de conflictos, pequeños en unas ocasiones, más importantes en otras. Como bien lo describe Fromm, pretender vivir como si a uno no le ocurriera nunca nada es esconder la cabeza bajo tierra. Todos tenemos problemas, sobre todo con nosotros mismos, así pues, con los demás también. Y mucho más cuando se convive cotidianamente. Y si no, ya se encargan las vicisitudes "externas" de recordarnos que la vida es cambio, nada más, aunque nosotros pretendamos vivir como si esto no fuera así. Lo más importante, mirar siempre dentro de uno mismo para que no se nos escape nada de lo que acontece en nuestra mente. Si todo fuera fácil, acabaríamos como los personajes que describía Huxley en su libro "Un mundo feliz". Vivamos pues, y aprendamos :)
    Un cariñoso abrazo

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  4. ¡Hola! azul: cierto, uno no priva a nadie de nadie. Cada uno es responsable de si mismo y de su comportamiento. La culpa, esa que es tan mal entendida, que nada tiene que ver con la conciencia, la que si nos ilumina el entendimiento, la otra, el masoquismo, lo llamaría yo, nada tiene que ver con la conciencia y si con estados neuróticos. Algo tan usual que se da por cierto en nuestro comportamiento. Y por supuesto en la inmensa mayoría de la sociedad.
    Pareciera que también somos, o queremos, o quisimos ser la madre del que es responsable de sus hijos, haciendo por él lo que él no sabe, o no quiere, hacer por si mismo. Craso error, Pero para eso están los errores, para aprender de ellos. Mi enhorabuena por ir teniendo cada vez más claro el límite entre amor y dependencia o apego.
    Un abrazo muy fuerte, lleno de vibraciones azules, como las de las alas de las libélulas :)))

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