domingo, 19 de septiembre de 2010

La práctica del amor (III)


¿Cómo se practica la disciplina? Nuestros abuelos estarían en mejores condiciones para contestar esa pregunta. Recomendaban levantarse temprano, no entregarse a lujos innecesario y trabajar mucho. Este tipo de disciplina tenía evidentes defectos. Era rígida y autoritaria, centrada alrededor de las virtudes de la frugalidad y el ahorro, y, de muchos modos, hostil a la vida. Pero, en la reacción a tal tipo de disciplina, hubo una creciente tendencia a sospechar de cualquier disciplina, y a hacer de la indisciplina y la perezosa complacencia en el resto de la propia existencia la contraparte que equilibraba la forma organizada de vida impuesta durante ocho horas de trabajo. Levantarse a una hora regular, dedicar un tiempo regular durante el día a actividades tales como meditar, leer, escuchar música, caminar; no permitirnos, por lo menos dentro de ciertos límites, actividades escapistas, como novelas policiacas y películas, no comer ni beber demasiado, son normas evidentes y rudimentarias. Sin embargo, es esencial que la disciplina no se practique como una regla impuesta desde afuera, sino que se convierta en una expresión de la propia voluntad; que se sienta como algo agradable, y que uno se acostumbre lentamente a un tipo de conducta que puede llegar a extrañar si deja de practicarla. Uno de los aspectos lamentables de nuestro concepto occidental de la disciplina (como de toda virtud) es que se supone que su práctica debe ser algo penosa y sólo se es penosa es "buena". El Oriente he reconocido hace mucho que lo que era bueno para el hombre –para su cuerpo y para su alma– también debe ser agradable, aunque al comienzo haya que superar algunas resistencias.
La concentración es, con mucho, más difícil de practicar en nuestra cultura, en la que todo parece estar en centrar en la capacidad de concentrase. El paso más importante para llegar a concentrarse es aprender a estar solo con uno mismo sin leer, escuchar la radio, fumar o beber. Sin duda, ser capaz de concentrarse significa poder estar solo con uno mismo –y esa habilidad es precisamente una condición para la capacidad de amar–. Si estoy ligado a otra persona porque no puedo pararme sobre mis propios pies, ella puede ser algo así como un salvavidas, pero no hay amor en tal relación. Paradójicamente, la capacidad de estar solo es la condición indispensable para la capacidad de amar. Quien trate de estar solo consigo mismo descubrirá cuán difícil es. Comenzará a sentirse molesto, inquieto, e incluso considerablemente angustiado. Se inclinará a racionalizar su deseo de no seguir adelante con esa práctica, pensando que no tiene ningún valor, que es tonta, que lleva demasiado tiempo, y así en adelante. Observará asimismo que llegan a su mente toda clase de pensamientos que lo dominan. Se encontrará pensando acerca de sus planes para el resto del día, o sobre alguna dificultad en el trabajo que debe realizar, o sobre lo que hará esa noche, o sobre cualquier cosa que le ocupe la mente, antes de permitir que ésta se vacíe. Sería útil practicar unos pocos ejercicios simples, como, por ejemplo, sentarse en una posición relajada (ni totalmente flojo ni rígido), cerrar los ojos, tratando de alejar todas las imágenes y los pensamientos que interfieran; luego intentar seguir la propia respiración; no pensar en ella, ni forzarla, sino seguirla –y, al hacerlo, percibirla–; tratar además de lograr una sensación de "yo"; yo = "mi mismo", como centro de mis poderes, como creador de mi mundo. Habría que realizar tal ejercicio de concentración por lo menos todas las mañanas durante veinte minutos (y, si es posible, más tiempo) y todas las noches antes de acostarse.

4 comentarios:

  1. Una bella descripción de un paralelismo entre hoy y antaño.

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  2. ¡Hola! costea: cierto, mas uno no ha de quedarse ahí, se habla del amor, del genuino amor y esto, para mi, es lo que ha de llevar a la reflexión. Construyamos. Ya hay demasiados destruyendo.
    Un abrazo

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  3. Haideé

    He leído varios posts de tu blog y me he parado a reflexionar sobre lo que has escrito en éste.
    Es importante la disciplina para poder llevar una vida ordenada. Ahora bien, llegar al término que propones debe ser sumamente importante para llegar a uno mismo. Se da la circunstancia que siempre estamos ocupados, o escuchando la radio, o viendo la tele o realizando cualquier otra actividad...
    Lo que propones debe ser como "el aquí y el ahora" de la filosofía zen. Estar disfrutando, siendo conscientes, del momento, sin pararnos a pensar ni en el pasado, ni en el futuro.
    Tendré que volver a realizar tal práctica para volver a encontrame conmigo mismo.
    Un abrazo.
    Juan Antonio

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  4. ¡Hola! juan antonio: así es. Fromm sintió de cerca el mundo oriental por esto nos cuenta esto. Es uno de los autores que me introdujo en el mundo oriental desde la perspectiva occidental, pienso que logra un buen equilibrio entre las dos tradiciones. Nada fácil, el mismo Jung señalaba que era difícil. Algo más adelante subo algo de él sobre meditación y de como se puede comprender lo que a los ojos occidentales resulta irrisorio, fruto de la gran ignorancia que nos asola sobre nuestro interior.
    El silencio, buscar el silencio, tan importante. El mejor alimento. Pero no lo digas tan sólo. hazlo. Ya sabes que siempre es más fácil hablar que actuar :))
    Le hace mucha falta al mundo que la Mente se exprese en su plenitud, sin entrar en arrogancias, que también puede sucumbir uno en esto.
    Y ya me quedo yo también en silencio ;)
    Un cariñoso abrazo.

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