La duda y la indecisión que impregnan todas las elecciones pueden sistematizarse. Este trastorno se caracteriza por dificultades para asimilar una situación de manera sintética, incapacidad para decidir y adoptar soluciones concretas, incompetencia para actuar. Esta abulia se acompaña de una propensión a la cavilación y la introspección. El repliegue en el pensamiento se manifiesta en incertidumbre, una preocupación exagerada por la exactitud y una meticulosidad ansiosa.
La vida relacional es pobre; las relaciones están inhibidas y carecen de espontaneidad. La angustia, la astenia psíquica y la duda invaden la vida afectiva. La excesiva disposición a los escrúpulos y el sentimiento de culpa suscitan crisis de conciencia moral y culpabilidad.
Una paciente nos cuenta que, tras la muerte de su marido en un accidente fue perdiendo pie poco a poco. Al principio se sintió muy deprimida, lo que parecía natural. Pero de manera progresiva fue presenciando, impotente, la aparición de lo que ella denomina sus "manías". En tanto que inspectora de Haciendo, debía redactar numerosos informes. Nunca había confiado en sí mismo y temía cometer errores; dudaba en utilizar un término u otro y le preocupaba emitir un juicio definitivo sobre los contribuyentes que supervisaba. Pero sus dudas nunca le habían perjudicado seriamente en el trabajo. Eso ya no era así: siempre le preocupaba la idea de que se le pudiera escapar una falta en el texto sin darse cuenta y debía releerlo sistemáticamente en voz alta con la ayuda de una grabadora. Se llevaba el casete grabado y el informe escrito a casa, lo que implicaba una doble fuente de verificación. Estos incesantes controles le ocupaban cada vez más tiempo, aunque no por ello erradicaban su ansiedad ni sus escrúpulos; ya no podía salir con los amigos ni recibir la visita de sus hijos, tardaba meses en entregar un informe y se encontraba en un estado de fatiga intensa.
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