miércoles, 4 de junio de 2008

La madre que no amó

Un día me encuentro con una persona encantadora. Le cuento un chiste por decir algo, en el chiste aparece un nombre propio. Según voy contando el chiste, al decir ese nombre (él se llama igual), al oírlo se tensa, es un chiste, sólo un chiste, pero no lo es para esa persona que lo escucha, para esa persona, ese nombre en ese chiste representa una parte de si mismo, que sin yo saberlo, he puesto en evidencia. El no escucha el chiste, escucha su inseguridad e inmadurez. Interpreta que tú le has contado el chiste para reírte de él. Pues esa es la vida interior de ese ser humano, nada de lo que le digas será lo acertado, todo lo dicho será interpretado bajo su entendimiento ofuscado. Reacciona, no escucha. En esta persona reactiva (antes se decía susceptible), hay un tremendo miedo a ser herido, por ello, antes de que nada pueda atacarlo, reacciona atacando. No concibe el sentido del humor para reírse de si mismo, el sentido del humor es utilizado para herir al otro, nunca para reconfortarlo, esto le impide siempre ponerse en el lugar del otro. Va apareciendo la arrogancia. Resulta del todo imposible comunicarse con él, ya que si no está defendiéndose, esta atacando. No hay manera de salir de su trampa, y sin saberlo seguiremos su juego. Estos juegos son sutiles, por lo enredados en el ámbito emocional de esa persona. Estos juegos tienen un fin, siempre son una llamada de atención. Histrionismo. Puro teatro. Es un juego endemoniado que permanentemente utiliza al otro para tenerlo a su merced, o bien halagándolo, o bien despreciándolo. Quien escucha no sabe muy bien que está pasando. Piensa, ¿pero que he hecho yo ahora?. Nada, absolutamente nada, no es el hacer, es más bien el dejar de hacer al son de ese ser humano tan lleno de miedo. El mismo vive en una cárcel, pues no te puede dejar, pero tampoco te puede coger. Dejarte significaría la muerte de su ego, cogerte significaría admitir que te necesita. Esto implicaría humildad, algo que desconoce por completo este ser humano. Necesitar sería más humano, pero ha perdido la conexión con esa parte de si mismo que le dejaría mostrarse vulnerable. Entonces ya no te necesita a ti, sino al juego que él en su inseguridad a comenzado, para él eres el espejo de si mismo reflejado. Estoy hablando de Narciso. Un Narciso desesperado por su propia imago. El no se gusta a si mismo, pues no sabe quien es, por ello busca la imagen que le refleja alguien al que el admira, y le usurpa la personalidad. Por ello vive atormentado y atormentando. Para representarse a si mismo, comienza por la zalamería, encanto; dedicado a ti en todo momento. Todo esto queda en un olvido permanente al tenerte en sus manos. Aquí comienza el juego de la zanahoria y el palo. Tú desesperado buscas ese encanto, pero como era puro teatro, ya no volverá. Todo comienza a ser un infierno. Te querrá confundir con frases como: "no vales para nada", "te crees muy listo-a", "tú y tus constantes quejas",... Se trata de confundir, de hundirte. Todo era un acto premeditado, todo estaba calculado, tú ya no sabrás salir de ese engaño, aunque tu instinto te esté avisando. ¿Dónde está aquel del que me enamoré?. Hasta que uno no despierta de ese espejismo vive bajo el terrorismo emocional de esta persona. Ello le puede provocar la perdida de razón y hasta la muerte, si no escapa de ese ser incapacitado e incapacitante. ¿Y si siente la amenaza de tu huida? Comienza otro juego. Al sentirse abandonado, utiliza otra vez su encanto. Pero ya no te engaña, ya se fue el hechizo. Das un salto y quieres volar lejos, No te volverá loco, no te dejaras engañar de nuevo con la zanahoria y el palo. Ya ves su juego cruel y retorcido. Aquí se siente perdido, le falta el aliento, no lo puede superar ¿Cómo va dejar marchar a su imago? Entonces aparece el desvalido, el necesitado, el desolado. Comienza la perversidad de buscar en el otro la compasión, la culpa, el amor maternal, lo que sea antes de perderse a si mismo. Tú dudas, no tienes crueldad y dudas, eres un ser humano lleno de amor que comprende al otro, he aquí la trampa. Trampa cruel, por lo retorcida e inhumana. Tú das amor, das lo que se te pide, das lo mejor de ti, pero el te devuelve perversidad. Otra vez en el abismo. Si consigues superar esta trampa, veras como se hunde, como se convierte en una piltrafa humana, hasta que encuentra otra víctima con el alma llena de bondad: la madre que nunca le amó.

1 comentario:

  1. Haydee: Me dejó sin palabras tu post, supiste poner en palabras todas las sensaciones que se experimentan y se conjugan en algunas relaciones en las que subyace ese juego que tan bien pudiste definir. Personas inseguras e inmaduras con miedo a ser heridas, es más a veces me da la sensación que son personas que tienen miedo a que los quieran de verdad.
    A veces uno empieza a jugar sin darse cuenta, sin conocer las reglas. “Es un juego endemoniado que permanentemente utiliza al otro para tenerlo a su merced, o bien halagándolo, o bien despreciándolo”. Es un ir y venir constante en el que alguien queda atrapado. “Dejarte significaría la muerte de su ego, cogerte significaría admitir que te necesita. ¿Y si siente la amenaza de tu huida? Comienza otro juego. Al sentirse abandonado, utiliza otra vez su encanto”.
    Realmente supiste expresar todo lo que encierra ese “juego” del que no es fácil salir...creo que uno puede abandonarlo recién cuando el otro no te puede engañar, cuando se rompió el encanto y te das cuenta que es sólo un juego perverso que solo te hace daño aunque todo se complica cuando dentro de esa perversidad subyace el amor o mejor dicho, es el amor el que te confunde a seguir jugando.
    Gracias por compartir el texto conmigo!
    Pau

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