viernes, 27 de junio de 2008

Un padre

Dicen que es mejor tener un padre que no tenerlo. Dicen que aunque pueda ser severo, es mejor tener un padre que no tenerlo.También sabemos que para tener un padre maltratador, casi mejor no tenerlo, pues la vida junto a él no va ha ser muy feliz. Los niños que son huérfanos de nacimiento, también echan de menos la figura paterna, si no son adoptados desde bebés.
¿Y cuándo tienes un padre y no lo puedes disfrutar? ¿Qué ocurre entonces? Y aún otro caso ¿Qué haces cuándo disfrutaste de él pero se convierte en ausente a partir de los 3 o 4 años? No es una ausencia real, es una ausencia presente. No está, pero se convierte en presente para romperte el momento.
Así fue la relación que yo tuve con mi padre, que aún vive gracias a Dios, pues así la vida me ha permitido (nos ha permitido) romper ese silencio emocional que tanto daño causó.
Recuerdo una sensación muy agradable cuando los domingos por las mañanas yo corría a su cama (mama ya se había levantado) y nos poníamos a jugar a las casitas. Qué tiernamente me trataba. Esto duró muy poco, para mi desconsuelo.
Si, ya se que los recuerdos están fragmentados, pero lo que cuenta es lo que a mi me dejó huella, lo que me toco de un modo u otro.
Recuerdo también como me levantaba y me lanzaba al vuelo, ¡que sufrimiento!. Para mí era un tormento, me sentía agonizar cada vez que me lanzaba y me cogía. En mi interior yo quería gritar pero no salía. Pero nunca dije nada, por miedo a que entonces no me hiciera ni siquiera eso. El siguiente recuerdo fue aún más traumático para mí. El me llevaba a su trabajo y me enseñaba las trampas que ponía para cazar pájaros, enseñándome el cartucho con todos aquellos pajaritos dentro. Teníamos en casa una jaula con un gorrión, recuerdo que estaba en la terraza, donde yo le hablaba. Un día sin más explicación se llegó a la jaula y lo soltó. –Pero ¿ por qué?- dije yo con el corazón encogido. –Porque si están en una jaula se mueren, no pueden estar presos- me contestó. Yo intenté argumentar en vano, no fui escuchada, sólo valía su argumento. Aún así le dije –entonces ¿por que tú los matas?- El se quedó en silencio. Yo sentí que era injusto, que -y esto era lo más importante para mí, lo que más me dolía- no me hubiera tenido en cuenta para explicarme porque se debería soltar al gorrión (yo por entonces tenía 6 años). Tenía claro que su acción era justa para el pájaro, pero no lo había sido para mí pues fui tratada como si fuera un saco, algo a lo que se le puede imponer todo lo que se quiera y ya está.
¿A que viene esto? Eso de querer imponerme los demás su santa voluntad para mí siempre fue un infierno, en el que la mayoría de las veces me veía defendiéndome a capa y espada. Nadie parecía tenerme en cuenta, todo eran imposiciones, injusticias, mentiras,… para conseguir sus propósitos egoístas. Si mi padre era un ser egoísta, muy egoísta.
Poco tiempo después me preguntaron los dos sentados en la salita y yo de pie, -¿a quien quieres más?- qué pregunta tan torpe (pienso ahora). – Os quiero a los dos, pero, más a mama-. Me imagino que para mi padre esto sería un jarro de agua fría, yo fui muy diplomática para mi edad (7 años), pero debió marcarle de por vida. Por otro lado nada que él no se hubiera buscado y ganado a pulso. Muchos de nosotros actuamos con nuestros hijos como si todo lo que hiciéramos estuviera sujeto a total impunidad, algo bastante incierto. Si observáramos más a los niños sabríamos ver lo que nos están diciendo. Hay muchas cosas que ya tenemos claras desde bien pequeñitos, son los adultos los que nos contaminan. Cierto que cada uno lo hace lo mejor que puede, pero sería mejor hacerlo con conciencia de lo que se está haciendo. Es un ser humano libre, no un apéndice nuestro.
Lo siguiente que tengo en la memoria respecto a la relación con mi padre es en el internado (5 años de internado). Una sola visita. Si, mi padre me fue a ver una sola vez, en 5 años, de los cuales uno lo pasé entero interna (ese verano fue el de la sorpresa). Tenía 11 años. Me llevó a una sidrería en la que nos pusimos las botas a comer sardinas a la plancha y a beber sidra. Cuando me levanté estaba tan borracha que me caía para atrás. Se lo dije, -¡qué vas a estar borracha!- contestó. –Si mira ¿no ves? No puedo caminar, voy para atrás- le dije riéndome. – ¡Anda, anda que vas a estar borracha! Como siempre sin escuchar. ¡Yo para qué hablaría! Estaba feliz de recibir tan generosa limosna.

4 comentarios:

  1. Creo que es bueno hablar. No es bueno recibir limosna, pero a veces, son tan complejas las relaciones.

    Me alegro que actualmente estéis felices.

    bss.

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  2. Cuando tenemos no nos basta y cuando no tenemos tampoco nos basta. Lo malo de la familia es que esta impuesta y yo con los años aprendi que no por ser sangre de tu sangre tengas que quererles ni necesitar su amor. Yo no tuve padre pero no por eso te voy a decir que al menos lo disfrutastes, porque seguramente eso no te baste. Pero no creo justo que te hicieran elegir porque nunca se puede querer a dos personas por igual ya que cada una tiene su historia.
    un besito

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  3. bahhia:Es muy bueno hablar, pero se ha de aprender. Tiendo la mano para comprenderle mejor y que a su vez el se comprenda mejor.
    Muchas gracias,estamos caminanado los dos es lo que importa... Un cariñoso abrazo.


    xeixa: esos dilemas al final son los que nos enriquecen interiormente. Me acordaba de tí cuando lo estaba escribiendo, porque esos comienzos nos marcan la vida.
    Cuando nos sentimos inseguros ni pensamos en lo que hacemos, necesitamos hacerlo, no pensamos más.
    A día de hoy el poder compartirlo con otros es muy positivo, porque soy capaz de verlo retrospecivamente, es mi mundo interíor, sin el dolor que estaba aferrado a mi personalidad.
    Esto es sertise real y saber quien es uno, sin los miedos añadidos por otros.
    Un fuerte abrazo.

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