jueves, 22 de abril de 2010

Las respuestas de Dios


Un hombre muy devoto vivía en una casa alejada de una aldea. Llegada la época de las lluvias, éstas aparecieron con una fuerza desacostumbrada. Al cabo de una semana de llover sin parar, vio cómo algunos aldeanos con sus pertenencias se alejaban del lugar pasando frente a su puerta.
-Vecino -le dijeron-, dicen que todavía lloverá más, y esta es una zona que puede inundarse fácilmente. Sube a nuestro carro y nosotros te ayudaremos a cargar tus cosas.
-Gracias amigos -contestó el hombre devoto-, pero no estoy preocupado. Dios me ayudará si llega el caso. Y como acostumbraba, esa noche rezó, pidiendo a Dios que lo mantuviera fuera de peligro.
Pero continuó lloviendo dos semanas más. El agua ya había penetrado en su casa y le llegaba hasta las rodillas. Los últimos habitantes de la aldea le gritaron desde sus barcas al tiempo que remaban apresuradamente.
-Vecino, no te demores ni un instante en venir con nosotros, no pierdas tiempo en recoger nada. Las aguas amenazan con subir aún más.
-Gracias, pero no os preocupéis por mí. Marchad tranquilos, que Dios no me dejará desamparado, seguro que mañana deja de llover -contestó desde el armario donde estaba subido. Y esa noche la pasó rezando y pidiendo a Dios que no le abandonara en aquella situación, sin duda ya angustiosa.
Durante la semana siguiente las aguas fueron subiendo indefectiblemente, de tal modo que nuestro hombre terminó encaramado en el punto más alto del tejado. Aún así, no dejó de rezar ni un instante solicitando la ayuda de Dios, confiando ciegamente en la divina providencia. Estando en esta situación se acercó por allí un equipo de salvación perfectamente pertrechado.
-Prepárese, que vamos a salvarlo. Ha tenido suerte que pasáramos por aquí, las lluvias no amainan y la situación es cada vez peor; pero no se preocupe, aquí estamos nosotros para salvarle la vida -gritó el jefe del equipo.
-Se equivoca, buen hombre -contestó el devoto-, mi vida está en manos de Dios y él no permitirá que muera, seguro que mañana mismo deja de llover y en unos días todo vuelve a la normalidad. Esto es una prueba que Dios me manda para probar mi fe, pero yo confío en su infinita sabiduría.
Oído esto, aquellos hombres decidieron dar media vuelta, pensando que no merecía la pena esforzarse en ayudar a un loco que no quería salvarse.
Como continuó lloviendo, el hombre devoto murió ahogado al día siguiente y su alma llegó ante la presencia de Dios.
-Señor estoy frustrado, defraudado y desconcertado. ¿Por qué te negaste a socorrerme? Sabes que recé sin parar pidiéndote que no me abandonaras. ¿Por qué lo hiciste? -preguntaba aquel alma entre desconsolados sollozos. -Mi confianza en tu ayuda era absoluta.
La voz de Dios resonó como un trueno.
-¿Cómo que me negué a ayudarte? Nadie tiene la culpa de que seas un completo idiota.
¿Quién crees que te envió a los vecinos del carro, a los de las barcas y al equipo de salvamento?.

En ocasiones nuestra fe -tanto como la falta de ella- nos vuelve ciegos a los milagros que ocurren permanentemente a nuestro alrededor, pretendiendo que con esa fe -o la falta de ella-se nos demuestre con algún hecho fuera de lo común lo especiales que somos. Y lo somos, pero no lo vemos, así que de poco sirve rezar si no logramos ver y entender las señales -que por ser tan "comunes" se nos pasan desapercibidas- con las que siempre se nos está tendiendo la mano.

Y esto sirve tanto para un devoto como para un escéptico, pues éste también está pidiendo algún hecho fuera de lo común para creer que algo existe (en realidad también reza aunque no sea consciente de ello), pero no ven lo que tienen delante, o lo que les está sucediendo, que les habla constantemente de esos hechos poco "comunes".

4 comentarios:

  1. eso de "yo no tengo la culpa de que seas idiota" en boca de dios le da un toque de humor delicioso al relato

    :)

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  2. Te gustará el libro " Las 3 únicas cosas" editorial Obelisco.
    Cuando uno está abierto al mundo de los milagros y las coincidencias ves la mano de Dios (o como cada uno lo llame) en cada cosa que nos rodea y que nos sucede.
    "Solo" basta con seguir las señales,gracias por formar parte de la cadena.
    Un abrazo

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  3. ¡Hola! santiago: lo comparto :))
    Un abrazo

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  4. ¡Hola! deva: gracias, no sabía de él. No sé de que cadena formo parte, pero está bien ser un eslabón, todos y todo es parte de la vida, así que agradecida :)
    ¡Un abrazo lleno de energía primaveral!

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