lunes, 6 de septiembre de 2010

El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea (II)


Otro rasgo decisivo que resulta de esa concentración del capital, y característico del capitalismo moderno, es la forma específica de la organización del trabajo. Empresas sumamente centralizadas con una división radical del trabajo conducen a una organización donde el trabajador pierde su individualidad, en la que se convierte en un engranaje no indispensable de la máquina. El problema humano del capitalismo moderno puede formularse de la siguiente manera:
El capitalismo modernos necesita hombres que cooperen mansamente y en gran número; que quieran consumir cada vez más; y cuyos gustos estén estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a ninguna autoridad, principio o condición moral –dispuestos, empero, a que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultades en la maquinaria social–; a los que se pueda guiar sin recurrir a la fuerza, conducir, sin líderes, impulsar sin finalidad alguna –excepto la de cumplir, apresurase, funcionar, seguir adelante.
¿Cuál es el resultado? El hombre moderno está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Se ha transformado en un artículo, experimenta sus fuerzas vitales como una inversión que debe producirle el máximo de beneficios posible en las condiciones imperantes en el mercado. Las relaciones humanas son esencialmente las de autómatas enajenados, en las que cada uno basa su seguridad en mantenerse cerca del rebaño y en no diferir en el pensamiento, el sentimiento o la acción. Al mismo tiempo que todos tratan de estar tan cerca de los demás como sea posible, todos permanecen tremendamente solos, invadidos por el profundo sentimiento de inseguridad, de angustia y de culpa que surge siempre que es imposible superar la separatividad humana. Nuestra civilización ofrece muchos paliativos que ayudan a la gente a ignorar conscientemente esa soledad: en primer término, la estricta rutina del trabajo burocratizado y mecánico, que ayuda a la gente a no tomar conciencia de sus deseos humanos más fundamentales, del anhelo de trascendencia y unidad. En la medida en que la rutina sola no basta para lograr este fin, el hombre se sobrepone a su desesperación inconsciente por medio de la rutina de la diversión, la consumición pasiva de sonidos y visiones que ofrece la industria del entretenimiento; y, además, por medio de la satisfacción de comprar siempre cosas nuevas y cambiarlas inmediatamente por otras. El hombre moderno está actualmente muy cerca de la imagen que Huxley describe en Un mundo feliz: bien alimentado, bien vestido, sexualmente satisfecho, y no obstante sin yo, sin contacto alguno, salvo el más superficial, con sus semejantes, guiado por los lemas que Huxley formula tan sucintamente, tales como: "Cuando el individuo siente, la comunidad tambalea"; o: "Nunca dejes para mañana la diversión que puedas conseguir hoy"; o, como afirmación final: "Todo el mundo es feliz hoy en día". La felicidad del hombre moderno consiste en "divertirse". Divertirse significa la satisfacción de consumir y asimilar artículos, espectáculos, comida, bebidas, cigarrillos, gente, conferencias, libros, películas; todo se consume, se traga. El mundo es un enorme objeto de nuestro apetito, una gran manzana, una gran botella, un enorme pecho; todos succionamos, los eternamente expectantes, los esperanzados –y los eternamente desilusionados–. Nuestro carácter está equipado para intercambiar y recibir, para traficar y consumir; todo, tanto los objetos materiales, como los espirituales, se convierten en objeto de intercambio de consumo.

2 comentarios:

  1. Mucha verdad en tan poco espacio. Estamos viviendo en una sociedad fria, sin verdadero contacto con el progimo. Ahora llamamos amigo o compañero al primero que pasa ante nuestras narices sin conocerlo de nada y sin dejar que nos conozcan. Consumimos a todas horas y vivimos vidas tan simples y rutinarias que parecemos robots programados con unas pautas de lo mas simple. Hay veces que pienso que no son las maquinas las que cada vez son mas humanas, sino los humanos que son cada vez mas maquinas.

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  2. ¡Hola! soseki: un libro, como todos los de Erich Fromm, que enriquece. Las palabras son un pilar importante, si sabemos como usarlas y la pronunciarlas las sentimos verdaderas, todo lo demás es humo. Pararse. Es en ese momento cuando tomas conciencia de que hay que cambiar... y hacerlo, claro. Ya somos máquinas, si, dependientes de otras máquinas que hemos construido para hacernos la vida más fácil. Paradoja, siempre está servida la paradoja en esta sociedad.
    Despertemos. Es tan necesario.
    Un cariñoso abrazo

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