Mahler (1972) incluye en el "carácter narcisista" la permanente búsqueda de perfección, la intolerancia, la contradicción entre las imágenes propias de omnipotencia e inferioridad, y la constante vacilación entre el abandono de los objetos externo y la necesidad imperiosa de controlarlos.
Afirma que las personas narcisistas no tiene una línea de desarrollo normal, sino que presentan fallos en la etapa de "separación-individuación". Ante la falta de apoyo "empático" por parte ta de la madre, el sujeto será especialmente vulnerable y desarrollará un carácter narcisista, que incluye búsqueda de perfección, intolerancia antes las críticas y persistencia de imágenes contradictorias de omnipotencia e inferioridad.
En la misma línea, Grunberger (1971) explica que el narcisismo se presenta ya en el feto, el cual está inmerso en una "economía parasitaria", en la que recibe todo sin dar nada a cambio. Posteriormente, el individuo narcisista aparece como un ser especial, único y omnipotente. Frecuentemente está preocupado por fantasías de ser invulnerable, infinito e inmortal, considerándose la "encarnación de la perfección".
Para Modell (1984) los sujetos narcisistas han resultado traumatizados en su desarrollo. La deficiente respuesta empática de la madre da lugar a un precario y vulnerable sentido de la autonomía que se sobrelleva con fantasías de omnipotencia y grandiosidad.
Desde la perspectiva psicoanalista, Chessegue-Smirgel (!985) describe el carácter narcisista como una "enfermedad de la formación del yo ideal". Según el autor, el reconocimiento de la diferencia sexual y el descubrimiento de la limitación crean en el niño una herida narcisista. En circunstancias normales se compensa con la idealización del padre y el deseo de ser como él, a través de la formación del yo ideal. El niño acepta su propia pequeñez, aprende a esperar y desarrolla un plan para el futuro. Sin embargo, si la madre al mismo tiempo da a entender al niño que él es superior a su padre y es también un hombre, entonces el proceso de idealización del padre no se produce y la herida narcisista no se repara por la imitación del padre. Posteriormente ese individuo adulto desarrollará una falta de compresión de su entorno y una intolerancia a los límites impuestos por la realidad.
Posteriormente, Rinsley (1989) insistirá en la importancia que para la protogénesis tiene la detención de las etapas tempranas del desarrollo (pre-edípicas). En ellas, la omnipotencia del niño solicita la gratificación materna de cada una de sus necesidades. De esa manera, se genera un "yo ideal" dependiente pero omnipotente en relación a un "objeto-ideal" (la madre) que satisface sus necesidades y reduce sus tensiones. Si la madre no es capaz de distanciarse del niño, éste quedará atrapado en dichas experiencias.
¿Qué pasa con los padres?
"La tarea de la madre es desilusionar al pequeño gradualmente, pero no tendrá la menor esperanza de éxito si primeramente no ha sido capaz de dar suficientes oportunidades para la ilusión" (D. Winnicot)
Kohyt (1976) y Kernberg (1976, 1980) afirmaban que la falta de cuidado y respuesta empática de los padres, o bien la devaluación por parte de los mismos, están directamente relacionadas con el desarrollo del trastorno narcisista de la personalidad. Si bien cada uno de ellos insistirá en diferentes aspectos. Para Kernberg, ante el rechazo o abandono paterno, el niño se encierra definitivamente en sí mismo, Según Kohut, ante el rechazo paterno, el niño idealiza la figura de los padres.
En la misma perspectiva, Kinston (1982) fundamenta el carácter narcisista en la ausencia de una autentica relación con la madre en la infancia. La madre "usa" al niño exclusivamente para satisfacer sus propias necesidades. El resultado será un sujeto con una omnipotencia patológica, incapacidad para depender de otros y una llamativa grandiosidad.
Millon (1981), descarta la hipótesis de la privación materna, es decir, no está de acuerdo con los posibles efectos negativos de la ausencia de la madre y se centra primordialmente en la valoración parental excesiva como causa del narcisismo. Los individuos narcisistas han sido muy gratificados o consentidos en su niñez. De niño son tratados como seres especiales, sus padres creen que son personas únicas y perfectas. Especialmente, se intensificará dicha situación si son el primogénito o hijo único. Tal hecho no ocurrirá cuando sean adultos. Por tanto, no han recibido una auténtica aceptación empática que desarrollará un yo auténtico. La no aceptación del yo real se defiende con sentimientos de grandeza y búsqueda de aprobación externa. Sin embargo, su éxito no les procura una auténtica paz, y los sujetos narcisistas continúan envidiando a todo aquel que vive feliz.
Para P.F. Kernberg (1989) es fundamental la interacción padres-hijo en el desarrollo del trastorno narcisista, Para él, los padres han dejado emocionalmente hambrienta a la futura personalidad narcisista, y por ello en el narcisismo patológico no ha ocurrido una verdadera sublimación. Los individuos narcisistas son el resultado de determinadas experiencias: hijos de padres narcisistas, hiperprotegidos, etc, en definitiva, niños tratados por sus padres como extensión de ellos mismos más que como personas independientes.
En especial,, llama la atención la importancia que diversos autores (Winnicott, 1965, 1971; Kohut, 1977) atribuyen a la positiva respuesta empática de los padres a las necesidades del niño, para que se estructure un buen desarrollo del yo. La mirada de los padres posibilita un "yo verdadero" (Winnicott, 1965,1971) o un "yo nuclear" (kohut, 1977), Para Kohut la transferencia de espejo consiste en que los padres reconocen los diferentes aspectos del yo del niño y responden adecuadamente a ellos. Kohut describe la situación de "espejo" en un desarrollo normal como el "brillo de los ojos de la madre" (la mirada viva de la madre).
Al mismo tiempo, se acentúa la función de la madre en el desarrollo del niño y en la formación del trastorno narcisista de la personalidad. Inciden en el desarrollo del trastorno narcisista de la personalidad las siguientes variables, la falta de respuesta empática materna (Mahler y Furer, 1989; Mahler, 1972; Kinston 1982); Model, 1984; Rinsley, 1989), la "falta de brillo en los ojos de la madre" (Kohut, 1977), y la frialdad afectiva (Masterson, 1981).
Philipson )1985) insiste en la importancia de la figura materna y su influencia diversa dependiendo del sexo de los hijos. La falta de empatía materna da lugar en los chicos a la grandiosidad y la necesidad de admiración externa y en las chicas desarrolla la identificación con el poder y el deseo de obtener objetos grandiosos.
Diversos autores (Beck y Freeman, 1992) se manifiestan en clara oposición a las investigaciones descritas sobre la influencia del contexto familiar. Para ellos ninguna prueba empírica vincula claramente, por ejemplo, la privación en la crianza con las características del narcisismo adulto. Por tanto, según su planteamiento, los supuestos psicoanalíticos sobre la etiología del narcisismo no tienen más respaldo empírico que las historias clínicas de algunos casos. Al mismo tiempo, afirman que la inculpación de la madre es un problema grave y profundo, que sin duda le da un sesgo tendencioso a la literatura clínica profesional.
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