martes, 6 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (VII)


Pero, ¿y si la mujer entrase y exigiera efectivamente que Juan lo limpiase? Lo más probable es que una actitud así cambiaría toda la situación. Si Juan se sintiera entonces presionado, ¿no sería porque, efectivamente, su mujer le estaba presionando? En ese caso, ¿no sentiría la presión de ella y no la suya propia? En realidad esto no cambia para nada las cosas, y su único efecto es que a Juan le resulta mucho más fácil endosarle a ella su proyección. Si decimos que la esposa es un buen "gancho", es porque exhibe la misma tendencia que Juan está a punto de proyectar sobre ella, lo cual hace que a él le resulte sumamente tentador proyectar su impulso sobre su mujer, pero aún así el impulso sigue siendo de él. El debe tener un impulso, y debe proyectarlo, pues de lo contrario no habría sensación de presión. De hecho, su mujer podría estar "presionándole" para que hiciera algo, pero él no se sentiría realmente presionado si no quisiera también hacerlo, y entonces lo proyectara. Sus sensaciones no son más que eso: sus sensaciones.
Así pues, los terapeutas que trabajan en este nivel sugieren que la persona que constantemente se siente presionada, sencillamente tiene más impulso y energía de lo que cree. Si careciera de ese impulso, le tendría por completo sin cuidado. Así pues, el individuo bien informado, cada vez que siente alguna forma de presión –procedente de su jefe, su cónyuge, la escuela, los amigos, sus socios o sus hijos–, aprende a usar esos sentimientos como señal de que tiene cierta energía, algún impulso del que en ese momento no es consciente. Aprende a traducir "me siento presionado" como "tengo más impulso de lo que creía" Una vez se da cuenta de que todos los sentimientos de presión son impulsos suyos que no ha advertido, ya puede decidir si actúa siguiendo su impulso o si posterga la acción. Pero, haga lo que haga, finalmente sabe que el impulso es suyo.
El mecanismo básico de la proyección como tal es, pues, bastante simple. Un impulso (enfado, deseo o lo que sea) que surge en uno y que, naturalmente, apunta al medio, cuando es proyectado, aparece como un impulso que se originase en el medio y que apuntara hacia uno. Es un efecto de bumerang, y uno acabará zurrándose con su propia energía. Ya no pugna por actuar, se siente empujado a actuar. Ha puesto el impulso al otro lado de la demarcación entre lo que uno es y lo que uno no es, y entonces, naturalmente, el impulso le ataca desde afuera, en vez de ayudarle a atacar al medio.
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