En este mundo hay como dos vías: la de la subordinación, la deferencia y la de la insubordinación, la arrogancia. Sus seguidores fueron definidos por los antiguos de esta manera: los arrogantes sólo sienten simpatía por los más pequeños que ellos; los deferentes también sienten afecto por los que les son superiores. La arrogancia es peligrosa, pues se granjea enemigos; la deferencia es segura, pues sólo tiene amigos. Todo le sale bien al deferente, tanto en la vida privada como en la vida pública; mientras que el arrogante sólo sufre fracasos. Por esto U-tse dijo que el poder siempre debe estar templado por la condescendencia, que la condescendencia es la que hace duradero el poder, y que esta regla permite pronosticar con seguridad si determinado particular o estado prosperará o perecerá. La fuerza no es sólida, mientras que nada iguala a la solidez de la dulzura. Por eso Lao-tan dijo: El poder de un estado ocasiona su ruina, como el tamaño de un árbol atrae el hacha. La debilidad hace vivir, la fuerza hace morir.
Tratado del vacío perfecto. Lie-Tse.
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