Lo dicho hasta aquí debe haber aclarado que la proyección de la sombra no sólo deforma nuestra visión de la realidad "exterior", sino que también altera muchísimo la sensación de lo que somos "por dentro". Cuando proyecto en forma de sombra una emoción o un rasgo, sigo percibiéndolo, pero sólo de manera deformada e ilusoria: se me aparece como un "objeto extraño". De la misma manera, sigo entendiendo la sombra, pero sólo de manera deformada, disfrazada: una vez que la he proyectado, sólo siento la sombra como síntoma.
Así, como acabamos de ver, si proyecto mi propia hostilidad sobre la gente, imaginaré que la gente alberga sentimientos hostiles hacia mí y empezaré a sentir un miedo insidioso de todo el mundo en general. Mi hostilidad original se ha convertido en mi sombra proyectada, de modo que ahora la "veo" sólo en otras personas y la siento en mí mismo como el síntoma: el miedo. Mi sombra se ha convertido en mi síntoma.
Cuando intento expulsar a mi sombra, no me libero de ella, no me quedo con un hueco, una brecha o un espacio en blanco en mi personalidad, sino con un síntoma, un doloroso recordatorio de que estoy ignorando alguna faceta de mí mismo. Además, una vez que mi sombra se ha convertido en mi síntoma, lucharé contra éste tal como antes luché contra mi sombra. Cuando intento negar cualquiera de mis propias tendencias (sombra), las tendencias aparecen como síntomas, y entonces siento una aversión tan fuerte hacia los síntomas como la tuve antes hacia la sombra. Hasta es probable que intente ocultar mis síntomas (temblores, inferioridad, depresión, angustia o lo que sea) ante otras personas, así como antes procuraba ocultarme a mí mismo mi sombra.
Cada síntoma –sea depresión, angustia, aburrimiento o miedo– contiene alguna faceta de la sombra, alguna emoción, rasgo o característica proyectada. Es importante entender que por más incómodos que puedan ser nuestros síntomas, no hay que rechazarlos, despreciarlos, ni evitarlos, porque contienen la clave de su propia disolución. Luchar con un síntoma no es más que luchar contra la sombra contenida en el síntoma, y esto es precisamente lo que al principio causó el problema.
Como primer paso en las terapias de este nivel, es preciso que hagamos lugar a nuestros síntomas, que les demos espacio, y empecemos a acoger bien esas sensaciones incómodas que llamamos síntomas y que hasta ahora demos despreciado. Debemos establecer contacto con nuestros síntomas tan a conciencia y con una aceptación tan abierta como nos sea posible. Y esto significa que nos permitimos sentir la depresión, la ansiedad, el rechazo, el aburrimiento o la vergüenza. Significa que, así como antes oponíamos resistencia de todas las maneras posibles a estas sensaciones, ahora permitimos que se manifiesten e incluso las estimulamos activamente. Invitamos al síntoma a que nos visite en nuestra propia casa, lo dejamos moverse y respirar libremente, mientras procuramos seguir teniendo conciencia de él, en su forma propia. Éste es sencillamente el primer paso de la terapia, y en muchos casos es el único que se necesita, pues en cuanto aceptamos realmente un síntoma, aceptamos también una gran parte de la sombra oculta en él. Entonces el problema tiende a desaparecer.
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