Imagina que tienes un receptor de radio que , por mucho que gires el dial, sólo capta una emisora. Por otra parte, no puedes controlar el volumen: unas veces, el sonido apenas audible; otras, es tan fuerte que te destroza los tímpanos. Y, además, es imposible apagarla y, aunque a veces suena bajo, de pronto se pone a sonar estruendosamente cuando lo que quieres es descansar y dormir. ¿Quién puede soportar una radio que funciona de semejante modo? Y, sin embargo, cuando tu corazón se comporta de un modo parecido, no sólo lo soportas, sino que lo consideras normal y hasta humano.
Piensa en las numerosas veces que te has visto zarandeado por tus emociones, que has ssfrifo accesos de ira, de depresión, de angustia, cuando tu corazón se ha empeñado en conseguir algo que no tenías, o en aferrarte a algo que poseías, o en evitar algo que no deseabas. Estabas enamorado, por ejemplo, y te sentías rechazado o celoso; de pronto, toda tu mente y tu corazón empezaron a centrarse exclusivamente en este hecho, y el banquete de la vida se trocó en cenizas en tu boca. O estabas empeñado en ganar unas elecciones, y el fragor del combate te impedía escuchar el canto de los pájaros: tu ambición ahogaba cualquier sonido que pudiera "distraerte". O te enfrentabas a la posibilidad de haber contraído una grave enfermedad, o a la pérdida de un ser querido, y te resultaba imposible concentrarte en cualquier otra cosa.
En suma, en el momento en que te dejas atrapar por un apego, deja de funcionar ese maravillosos aparato que llamamos "el corazón humano". Si deseas reparar tu aparato de radio, tienes que estudiar radioelectrónica. Si deseas reformar tu corazón, tienes que tomarte tiempo para pensar seriamente en cuatro verdades liberadoras. Pero antes elige algún apego que te resulte verdaderamente inquietante, algo a lo que estés aferrado, algo que te inspire temor, algo que ansíes vehementemente... y ten presente ese apego mientras escuchas-lees tales verdades.
Primera verdad: debes escoger entre tu apego y la felicidad. No puedes tener ambas cosas. En el momento en que adquieres un apego, tu corazón deja de funcionar como es debido, y se esfuma tu capacidad de llevar una existencia alegre, despreocupada y serena. Comprueba cuán verdadero es esto si lo aplicas al apego has has elegido.
Segunda verdad: ¿de dónde te vino ese apego? No naciste con él, sino que brotó de una mentira que tu sociedad y tu cultura te han contado, o de una mentira que te has contado tú a ti mismo, a saber, que sin tal cosa o tal otra, sin esta persona o la de más allá, no puedes ser feliz. Simplemente, abre los ojos y comprueba la falsedad de semejante aserto. Hay centenares de personas que son perfectamente felices sin esa cosa, esa persona o esa circunstancia que tú tanto ansias y sin la cual están convencido de que no puedes ser feliz. Así pues, elige entre tu apego y tu libertad y felicidad.
Tercera verdad. si deseas estar plenamente vivo, debes adquirir y desarrollar el sentido de la perspectiva. La vida es infinitamente más grande que esa nimiedad a al que tu corazón se ha apegado y a la que tú has dado el poder de alterarte de ese modo. Una nimiedad, si, porque, si vives lo suficiente, es muy fácil que algún día esa cosa o persona deje de importarte... y hasta puede que ni siquiera te acuerdes de ella, como podrás comprobar por experiencia. Hoy mismo, apenas recuerdas aquellas tremendas tonterías que tanto te inquietaron en el pasado y que ya no te afectan en lo más mínimo. ( En esto último que aquí dice de Mello, puedo constatar que no es así. Miles de personas viven apegadas a un pasado viviéndolo como si fuera un estado presente, y además se vanaglorian de que así ocurra, sintiéndose muy satisfechas de regodearse en su "sufrimiento", lo entrecomillo porque no hay tal "sufrimiento" tan sólo una ideación mental regida por la memoria, una memoria que nos empeñamos en convertir en nuestra vida, y tan sólo es una modo repetitivo de una idea emocional vivida en el pasado; si, como un disco rayado, el cual repite una y otra vez la misma parte de la canción. Y en cuanto hablamos de una persona a la que decimos amar, peor aún: y si es un hijo, mucho peor aún. ¿Cómo voy a dejar de querer a mi hijo? Todo se nubla, todo se convierte en ansiedad y ya no hay nada que hacer, el pánico y la desolación ofuscan el entendimiento. ¿Acaso cuando estás haciendo cualquier otra cosa, estás queriendo a esa persona que tanto dices amar? ¿Está todo el tiempo esa persona en tus pensamientos, en tus emociones, forma parte de todas tus acciones? Si contestas que si, es que eres realmente tonto, porque es imposible estar pensando y haciendo las mismas cosas a la vez durante todo el día. Ese supuesto amor, es más de lo mismo, ideación, imaginación retroalimentada por el miedo tan inculcado desde que has llegado a este mundo, y puede que también lo traigas del pasado. Recordar que estamos aquí para evolucionar, para comprender y por fin liberarnos de la esclavitud del ego, de los miedos y de todo aquello que nos impide ser libres. El amor sabe todo esto y no se preocupa lo más mínimo en querer demostrar, ni a si mismo ni a nadie más, que ama, él lo sabe y es suficiente. Así que, ¿realmente amas o necesitas demostrarte-le a alguien que amas?. Es duro reconocer que uno está haciendo esto, si, lo es, pero también es liberador, muy liberador. Es más, cuando vives en el amor ya no te preguntarás si estas o no estas siendo un buen padre o madre, tan sólo fluirás, porque ves más allá y tu Yo Superior es tu guía, haciendo lo que hay que hacer, y no lo que el ego convierte en pura fantasía y farsa).
Y llegamos a la cuarta verdad, que te lleva a la inevitable conclusión de que ninguna cosa o persona que no seas tú tiene el poder de hacerte feliz o desdichado. Seas o no consciente de ello, eres tú, y nadie más que tú, quien decide ser feliz o desdichado, según te aferres a dejes de aferrarte al objeto de tu apego en una situación dada.
Si reflexionas sobre estas verdades, puede que tomes conciencia de que tu corazón se resiste a ellas o que, por el contrario, busca razones en su contra y se niega a tomarlas en consideración. Será la señal de que tus apegos no te han hecho aún sufrir lo bastante como para desear realmente reparar tu "radio espiritual". También es posible que tu corazón no se resista a dichas verdades, en tal caso, alégrate de ello: es señal de que el arrepentimiento, la "remodelación" de tu corazón, ha comenzado, y de que, al fin, el reino de Dios -la vida reconfortantemente despreocupada de los niños- se ha puesto a tu alcance, y estás a punto de tocarlo con los dedos y tomar posesión de él.
Anthony de Mello
Opino igual que Anthony de Mello en este escrito, sin embargo hay que leerlo despacio e interpretarlo con cuidado, porque una interpretación demasiado rápida podría dar lugar a significaciones que no són las que buscaba el autor y que crearían rechazo ante quien las lee. A mi me pasó la primera vez que lei a De Mello. Más tarde me apasionó, porque lo entendí bien.
ResponderEliminarLa idea fundamental de este mensaje es que nadie fuera de nosostros mismos nos puede dar o quitar la felicidad; en resumen que no podemos convertir a los demás en instrumentos para nuestra felicidad. Ello no significa que no les podamos amar, ni que no podamos ser felices con ellos. Pero este amor no tiene que buscar ni directamente ni indirectamente nada para nosotros. Debe ser amor porque sí, porque lo queremos así porque sí, por el ser amado, porque sí.
Una mala interpretación de este texto sería la del que opinara que Anthony aconsejaba no amar a nadie; no quería decir eso.
Saludos!
¡Hola! jeremias: primero, bienvenido :) Agradezco tu aportación. Cierto que muchos podrán interpretar según su momento de entendimiento. El que ama, el que ha muerto, sabe que es el amor... Para mi el amor no es porque si, el amor es... tanto en tan poco :))
ResponderEliminarPienso que sólo una mente muy ofuscada puede entender que de Mello dice que no se ha de amar, sabiendo que fue místico y con una mente abierta para integrar el todo...
Se entiende cuando uno está receptivo, cuando se puede ver con los ojos del alma, hasta este momento, sólo está con uno el ego... maya...
Fluyamos, sin más :)
Un abrazo :)