viernes, 9 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (X)


La persona que se siente bajo una tremenda obligación de hacer tal o cual cosa, simplemente está proyectando su verdadero deseo de hacerla. Sin embargo, eso es exactamente lo que no quiere admitir (en su resistencia a la sombra), y por ellos nos dirá lo opuesto, afirmará que se siente obligado porque en realidad no quiere hacer tal o cual cosa. Pero ésa no puede ser toda la verdad, porque si realmente careciera de todo deseo de ayudar, no se sentiría en modo alguno obligado. ¡Le tendría sin cuidado! No se trata de que no quiera ayudar; no quiere en efecto, pero no quiere admitirlo. Quiere ayudar a otros pero, como proyecta su deseo, siente que los otros quieren que él los ayude. Así pues, la obligación no es el peso de las existencias de otros, sino el peso de nuestras propias tendencias fraternales no reconocidas.
Examinemos otra proyección corriente. Quizá tengamos que pronunciar un discurso, o actuar en una obra teatral o recibir un premio, y nos inmoviliza la sensación de que todo el mundo nos está mirando. Pero hay mucha gente a quien no le pasa esto en público, de modo que el problema no debe estar en la situación misma, sino en algo que hacemos en esa situación. Y lo que hacemos, en opinión de muchos terapeutas, es proyectar nuestro propio interés por la gente, de modo que parece como si todo el mundo se interesara por nosotros. En vez de mirar activamente, nos sentimos mirados. Como prestamos nuestros ojos al público, el interés natural de éste por nosotros parece desproporcionado, inflado, un interés monstruosamente concentrado sobre nuestra persona para observar cada movimiento, detalle, acción. Como es natural, eso nos inmoviliza, e inmóviles nos quedamos mientras no nos animemos a recuperar la proyección, a mirar en vez de sentirnos mirados, a prestar atención en ves de sentirnos el centro de ella.
En la misma línea, imaginemos lo que podría suceder si una persona proyectara un mínimo de hostilidad, una mínima parte de su deseo de agredir a su entorno: sentiría que la gente se muestra innecesariamente hostil y provocativa con ella y, por consiguiente, empezaría a sentirse intimidada, temerosa, quizá incluso aterrorizada por la cantidad de energías hostiles dirigidas a ella. Pero ese miedo no sería un resultado del entorno, sino de su proyección de hostilidad sobre el entorno. Así, en la mayor parte de los casos, cuando alguien siente un miedo infundado a personas o lugares, no es más que una señal, una advertencia de que la persona que así siente alberga un enojo y una hostilidad que ella desconoce.
De manera similar, una de las quejas más corrientes de quien busca apoyo emocional es que se siente rechazado. Estas personas sienten que no gustan a nadie, nadie las quiere o todo el mundo les muestra una actitud muy crítica. Sienten con frecuencia que eso es doblemente injusto, porque a ellas, en principio, les gusta todo el mundo. No creen tener tendencias de rechazo; se esfuerzan todo lo posible por ser cordiales con la gente y no adoptar actitudes críticas. Pero éstos son, precisamente, los dos rasgos distintivos de la proyección: uno carece de esa característica y todos los demás rebosan de ella. Pero, como saben todos los niños: "Hace falta ser uno para conocer a uno". La persona que siente el rechazo de todo el mundo es totalmente inconsciente de sus propias tendencias a rechazar y criticar a los demás. Estas tendencias bien pueden ser un aspecto secundario de su personalidad, pero si el sujeto las ignora, las proyectará sobre todos aquéllos a quienes ve y conoce. Esto multiplicará el impulso original, de manera que nuestro hombre empieza a tener la impresión de que el mundo le critica ferozmente, en una proporción del todo irreal.
Lo importante, y válido para todas las proyecciones, es que efectivamente, puede haber personas que nos critiquen mucho; pero esto no nos abrumaría si nosotros mismos nos sumáramos, a esas críticas reales, nuestra propia crítica proyectada. Así, cada vez que nos abrumen intensos sentimientos de inferioridad y de rechazo, lo prudente sería buscar en primer lugar una proyección, y admitir la posibilidad de que nuestra visión del mundo sea un poco más crítica de la que creemos.
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