miércoles, 7 de julio de 2010

Cómo reconocer la sombra o proyección. El nivel de la persona: se inicia el descubrimiento (VIII)


Podemos ver así que la proyección de la sombra tiene dos consecuencias principales. En primer lugar, uno siente que le falta por entero el impulso, rasgo o tendencia que proyecta. Y en segundo lugar, parece como si existiera "ahí afuera", en el medio, generalmente en otras personas. Lo que uno es disminuye, y lo que uno no es aumenta. Pero, por incómodo que esto pueda ser, una persona que está proyectando defiende enérgicamente su visión errónea de la realidad. Si nos acercásemos a Juan mientras le está gritando a su inocente esposa e intentáramos señalarle que su sensación de que le presionan y molestan es realmente su propio impulso, lo más probable es que nos atacara, pues es de la mayor importancia que el individuo demuestre que sus proyecciones están realmente ahí afuera, amenazándole.
Sea como fuere, la mayoría de la gente presenta una fortísima resistencia a aceptar su propia sombra, a admitir que los impulsos y los rasgos que proyectan son suyos. Y en realidad, la resistencia es una importante causa de proyección. Una persona se resiste a su sombra, se resiste a los aspectos de sí misma que le disgustan y, por consiguiente, los proyecta. De manera que allí donde hay una proyección, está al acecho alguna forma de resistencia. En ocasiones, esta resistencia es leve, y otras veces violenta; pero en ninguna parte se pone más claramente en evidencia su funcionamiento como en esa forma de proyección tan difundida que es la caza Casi todo el mundo, en alguna ocasión ha visto, oído hablar de o ha participado de algún modo en una caza de brujas. Por más grotescas que puedan ser estas cosas, constituyen un ejemplo de los desastres que pueden provocar la proyección y la persistente ceguera de la gente hacia sus propias manías. Al mismo tiempo, la caza de brujas ofrece el ejemplo más claro de la verdad de la proyección, la verdad de que aborrecemos en los otros aquello –y sólo aquello– que secretamente aborrecemos en nosotros mismos.
La caza de brujas se inicia cuando una persona pierde de vista algún rasgo o tendencia que lleva en sí misma y que considera maligna, satánica, demoníaca o, por lo menos, indigna. De hecho, esa tendencia o rasgo podría ser la mayor nimiedad imaginable: una mínima perversidad humana, terquedad o picardía. Todos tenemos nuestro lado oscuro. Pero "lado oscuro" no significa "lado malo", sino tan sólo que todos tenemos una cierta medida de perversión. ("algo de ratero en el fondo de nuestro corazón") y si nos damos cuenta de su presencia y la aceptamos, la vida es mucho más sabrosa. Según la tradición hebrea, el propio Dios puso desde el principio esta tendencia desviante, caprichosa o perversa en todos los seres humanos, tal vez para que la humanidad no se muriese de aburrimiento.
Pero el cazador de brujas cree que él está libre de esa perversidad, y adopta hasta cierto puento una característica actitud virtuosa. No es que le falte esa pizca de malignidad natural, como le gustaría y querría hacernos creer, sino que se siente sumamente incómodo con ella, le presenta resistencia en su interior, trata de negarla, intenta expulsarla, pero esa perversidad sigue ahí, como debe ser, y sigue siendo suya, reclamando clamorosamente que le preste atención. Cuanta más atención reclama más se le resiste el cazador de brujas. Y a mayor resistencia, más se fortalece y más atención reclama su perversidad. Finalmente, como ya no puede seguir negándola, el hombre comienza a verla. Pero la ve de la única manera que puede: como si estuviera en otras personas. Él sabe que alguien tiene cierto fondo perverso pero como de ningún modo puede ser él, ha de ser forzosamente otro. Lo único que ha de hacer ahora es encontrar a ese otro, lo cual se convierte en una tarea sumamente importante, porque si no puede encontrar a alguien sobre quien proyectar su sombra, tendrá que quedarse con ella. Vemos así cómo la resistencia representa su papel decisivo. Porque, igual que la persona odiaba y se resistía apasionadamente a su propia sombra, e intentaba erradicarla a toda costa, ahora desprecia con la misma pasión a aquéllos sobre quienes arroja su propia sombra.
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