jueves, 9 de mayo de 2013

Acerca de la superstición


Otro amigo ha preguntado: las cosas que queremos suprimir, tales como las cadenas de la fe ciega o de la superstición, quedan confirmadas todavía más en tus charlas. Según lo que dices, parece ser que hay vida tras la muerte, que hay dioses y fantasmas, que existe la transmigración del alma. En ese caso, será difícil librarse de las supersticiones. ¿No se reforzarán todavía más? 

Es preciso comprender dos cosas en este sentido. La primera es que si algo se toma como superstición sin estudiarlo e investigarlo debidamente, ello equivale a crear una superstición todavía mayor: es muestra de una mentalidad altamente supersticiosa. Una persona cree que hay fantasmas y espíritus malignos y vosotros la llamáis supersticiosa, y eso os hace sentiros muy entendidos. Pero la pregunta es: ¿qué es la superstición? Si alguien cree que hay fantasmas y espíritus malignos sin investigarlo, eso es superstición; y si otra persona cree que no existen tales cosas, también eso es superstición. La superstición es creer en algo sin saber si es cierto. Una persona no es supersticiosa por el mero hecho de que tenga creencias opuestas a las vuestras. 
El que cree en Dios puede ser tan crédulo como el no creyente. Debemos comprender la definición de superstición. Significa creer ciegamente en algo sin comprobarlo. Los rusos son unos supersticiosos ateos; los hindúes son unos teístas supersticiosos: ambos caen en la fe ciega. Los rusos nunca se han preocupado de descubrir si es verdad que Dios existe: se han limitado a creerlo así; y los hindúes tampoco han procurado descubrir si es verdad que Dios existe antes de creerlo así. Por lo tanto, no cometáis el error de creer que sólo los teístas son supersticiosos: los ateos también tienen sus propias supersticiones. Y lo raro es que también existe una superstición científica. Parece contradictorio: ¿cómo puede existir una superstición científica? 

Si habéis estudiado geometría, debéis conocer la definición de Euclides que dice que la línea tiene longitud pero no tiene grosor. Y bien, ¿acaso puede haber algo más supersticioso que esto? Nunca ha existido una línea sin grosor. A los niños se les enseña que el punto no tiene ni longitud ni grosor. ¿Puede existir un punto sin longitud ni grosor? Todos estamos acostumbrados a usar las cifras del uno al nueve. Bien, podríamos preguntarnos: ¿es que esto no es una superstición? ¿Por qué nueve cifras? Ningún científico puede explicar por qué se usan nueve cifras. ¿Por qué no siete? ¿Qué tiene de malo el siete? ¿Por qué no tres? Algunos matemáticos (Leibnitz fue uno de ellos) se las arreglaron con sólo tres cifras. Leibnitz dijo: al uno, dos tres, les sigue el diez, once, doce, trece; después viene el veinte, veintiuno, veintidós, veintitrés. Así era su sistema de numeración; se manejaba muy bien con él. y desafió a los que no estaban de acuerdo con él a que demostrasen que estaba equivocado. Puso en tela de juicio la necesidad de nueve cifras. 
Mas tarde, Einstein dijo que tampoco eran necesarias siquiera tres cifras y que bastaba con dos; sería difícil arreglárselas con sólo una cifra, pero dos son suficientes. La necesidad de nueve cifras en las matemáticas es una superstición científica. Pero el matemático tampoco está dispuesto a renunciar a ella. Dice: "¿Cómo podemos trabajar con menos de nueve cifras?" Así pues, esto no es más que una creencia; no tiene más significado que esto.
Desde un punto de vista científico creemos que son verdad centenares de cosas que, en realidad son supersticiones. Los científicos también son supersticiosos y en nuestros tiempos se están disipando las supersticiones religiosas mientras aumentan las supersticiones científicas. La diferencia entre las dos consiste, simplemente, en que si preguntáis a una persona religiosa cómo llegó a conocer la existencia de Dios, os dirá que está escrito en el Gita, mientras que si le preguntáis como llegó a saber que la aritmética funciona con nueve cifras, os dirá que está escrito en el libro de tal o cual matemático. 
¿Qué diferencia hay entre las dos? Las respuestas de cierto tipo se encuentran en el Gita, en el Corán; las respuestas de otro tipo se encuentran en un libro de matemáticas. ¿Qué diferencia hay? Esto demuestra que tenemos que comprender lo que es realmente la superstición. La superstición es aquello en lo que creemos sin tener un conocimiento de ello. Aceptamos muchas cosas y rechazamos muchas cosas sin saber nada de ellas: también esto es ser supersticioso. 
Suponed que en un pueblo un hombre es poseído por un espíritu. Las personas cultas dirán que es una superstición. Supongamos que las personas sin cultura son supersticiosas: ya las hemos tachado de supersticiosas porque estas personas sencillas, como son incultas, son incapaces de presentar ningún argumento que apoye su creencia. Así, todas las personas cultas del pueblo sostienen que el cuento de que este hombre está poseído por un espíritu es falso; pero no saben que en una universidad como la de Harvard, en los Estados Unidos, hay un departamento en que se llevan a cabo investigaciones sobre los espíritus y los fantasmas. El departamento ha publicado incluso fotografías de estos seres. No tienen ni idea de que en la actualidad algunos científicos muy respetados realizan serias investigaciones sobre los fantasmas y los espíritus, y han obtenido tales resultados que más tarde o más temprano llegarán a darse cuenta de que eran ellos, los hombres cultos, los que eran supersticiosos, y de que si bien aquellos a los que llamaban supersticiosos no sabían nada de aquello en lo que  creían, lo que decían era la verdad.
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Este amigo nos dice ahora que tenemos que romper las cadenas de la superstición. Aseguraos primero de que existen cadenas, de lo contrario podéis romper también los brazos y las piernas de alguien. Sólo se pueden romper cadenas cuando hay tales cadenas. ¿Y si no hay ninguna? Debéis aseguraros también de que lo que tomáis por una cadena que debe romperse no resulta ser un adorno que tendréis que reconstruir. Todas estas cosas deben estudiarse con mucho cuidado. 
Yo estoy en contra de la superstición por completo: deben suprimirse las supersticiones de todo tipo. Pero esto no significa que esta supresión sea una superstición más. No significa que debamos ponernos a suprimirlas sin comprenderlas claramente, que debamos empeñarnos en romperlas sin una reflexión adecuada. Tal supresión arbitraria también se convertiría en supersticiosa.
Cada época tiene sus propias supersticiones. Recordadlo: las supersticiones también tienen modas. Las supersticiones adoptan una forma nueva en cada época. El hombre abandona las supersticiones antiguas y adopta otras nuevas, pero nunca se libera de ellas para siempre: las modifica y las cambia. Pero nosotros no nos damos cuenta de ello nunca.
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Lo que quiero decir es que no hay manera de determinar lo que es supersticioso y lo que no lo es. En realidad, una misma cosa puede ser una superstición en ciertas circunstancias y puede ser científica en circunstancias diferentes. Una cosa que puede parecer científica en ciertas circunstancias puede parecer acientífica en un conjunto diferente de circunstancias. 
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Mantener una superstición produce agrado, y también produce agrado quebrantarla. Lo agradable de mantener una superstición es que nos ahorra el trabajo de pensar: creemos lo que creen todos los demás. Ni siquiera queremos preguntarnos la explicación ni por qué es así. ¿Por que molestarnos? Nos limitamos a seguir a la multitud. Tener supersticiones es cómodo. 
Y también hay personas que se dedican a quebrantar las supersticiones: también eso es muy cómodo. La persona que quebranta las supersticiones da la impresión de ser racional sin serlo verdaderamente. No es fácil ser racionales: para ver las cosas racionalmente hay que poner en tensión todos los nervios. El hombre estudia tan detenidamente las cosas que le resulta difícil hacer afirmaciones categóricas. Dirá: "En tales circunstancias es válido no bañarse en el Tíbet, mientras que en tales otras circunstancias es una superstición absoluta no bañarse en la India". La persona que piensa racionalmente hablará de este modo. 
Por otra parte, el reformista social no se preocupa de lo que dice: se preocupa de suprimir cosas; quiere suprimir ciertas cosas. Yo le digo: adelante; suprime. Hay muchas cosas que deben ser suprimidas; pero lo primero que hay que suprimir sin embargo, es la irreflexión. Lo primero que hay que suprimir es la tendencia a obrar sin pensar racionalmente las cosas antes. Lo que significa esto es que si destruís algo sin pensarlo debidamente, esa destrucción no tiene valor. Hay que implantar la tendencia a pensar racionalmente, y hay que suprimir la tendencia a creer irreflexivamente. Esto nos llevará a ver contextos diferentes, significados diferentes. De esta forma, emprenderemos una búsqueda intensiva; pensaremos y razonaremos. Así, consideraremos todas las posibilidades. 

Osho

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