lunes, 20 de mayo de 2013

La alquimia de la voz. (I) Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo

Estas palabras aparecían inscritas sobre las columnas de Hércules, el punto de entrada a los templos de las antiguas escuelas de misterio griegas, y puede que sean un tributo adecuado para el punto de entrada de este texto.
Stewart Pearce, que es Master of Voice en el Shakespeare's Globe Theatre, de Londres, trabaja la maravillosa oportunidad de hablar en un anfiteatro construido para el sonido; un anfiteatro construido también para algunos de los sonidos más bellos creados por la lengua inglesa por obra y gracia de la pluma de William Shakespeare.
Cuando reunimos a los actores el primer día de ensayos en el Globe Theatre, de Londres, trabaja con nosotros, los actores, para ayudarnos a todos a obtener la maravillosa oportunidad de hablar en un anfiteatros construido para el sonido; un anfiteatro construido también para algunos de los sonidos más bellos creados por la lengua inglesa por obra y gracia de la pluma de William Shakespeare.
Cuando reunimos a los actores el primer día de ensayos en el Globe, me gusta especialmente el profundo momento de silencio que se produce antes de que empiece a dar bienvenidas, instrucciones y toda la información que permite a un grupo de diestros artistas llevar a cabo algo tan difícil de definir como una obra de teatro de Shakespeare. Intento provocar este expectante momento de quietud antes del trabajo leyendo una poseía, y este año leí lo siguiente:

Esto que ahora tenemos
No es imaginación

Esto no es 
Pena ni alegría

No es un estado en el que juzguemos 
Ni una gran alegría
NI pena

Todo eso va
Y viene

Esto es la presencia
Que no es

Es el amanecer, Husam
Aquí en el esplendor de coral
Dentro del amigo, la sencilla verdad
De lo que dijo Hallaj

¿Qué otra cosa podrían desear los seres humanos?

Cuando las uvas se vuelven vino
Lo que desean
Es esto

Cuando el cielo de la noche se derrama sobre nosotros
En realidad es una masa de mendigos
¡Y todos quieren una parte de esto!

Esto
Que ahora somos

Creó el cuerpo, célula a célula
Como las abejas construyen la colmena

El cuerpo humano y el universo
Crecieron de esto,
No esto
Del universo y del cuerpo humano

Rumi

Rumi escribe sobre la presencia, y cuando me atrevo a leer en voz alta alguno de sus resonantes pensamientos saco fuera todo mi trabajo con Stewart. Decir en voz alta pensamientos como los anteriores requiere del sonido de una cierta presencia natural y de la honestidad. ¿Cómo puede uno desarrollar una voz así?
En la cultura maya existe una creencia que me han relatado de la siguiente manera. El mundo está creado por una canción que los dioses entonan sin parar. Todo lo que recibimos a través de nuestros sentidos es una manifestación de las vibraciones de esta canción, interpretada en el plano etérico de la existencia. En cierto modo, esta creencia no está muy alejada de la teoría científica de que toda la materia no es más que energía en vibración.
os mayas también nos enseñan que las reglas de cortesía deben respetarse en el plano etérico tanto como en los seres humanos. Los saludos, las despedidas, los reglaos, las alabanzas, el reconocimiento y, sobre todo, el agradecimiento por la creación resultan de mucha ayuda. Los dioses mayas aprecian la belleza como nosotros apreciamos la comida: les alimenta. Especialmente amados son los bellos sones que pueden observarse en el increíble sonido del idioma de los indígenas. Sus oraciones, tal y como las he escuchado, están llenas de descripciones del mundo natural expresadas en una salvaje poseía de imagen y amor. En nuestra cultura, sólo Shakespeare se acerca a ellas. 
Cantar o hablar con belleza a los dioses mayas aumenta su habilidad de cantar al mundo para que se cree. Se establece una especie de ciclo de canción que posibilita todo. Podemos observar un fenómeno singular que se produce cuando nosotros, los seres humanos, escuchamos a un maravilloso orador o cantante.
Hubo un tiempo en el que los padres escuchaban a los jóvenes que acudían a cortejar a sus hijas. El aspecto del chico no les engañaba y lo que apreciaban era la forma en la que hablaban. En la voz de una persona pueden escucharse la honestidad, el ingenio, el autoconocimiento, el sufrimiento, el alma, la lealtad y la integridad general. Es su personaje.
Fue Confucio el que afirmó que uno puede cambiar la sociedad si antes cambia el lenguaje de la sociedad.
Stewart me ha ayudado, como actor y como persona, a acercarme a estas desafiantes ideas sin miedo. El no impone una voz, sino que trabaja para liberar el sonido auténtico del individuo: tu sonido. Ha otorgado al mío la tierra o el suelo sobre el que levantarme. En ocasiones, los sonidos que me ha ayudado a producir han tocado una fibra profunda de mi interior, recuerdos de miedo acerca de quién soy. Parece que uno de los aspecto de la resonancia que busco como orador es una mayor conciencia de mí mismo, en especial de esas zonas en la sombra. La comprensión instintiva y trabajada de Stewart y su conocimiento de las vibraciones del sonido –el efecto que el sonido produce sobre un orador y un oyente, con independencia del pensamiento y la emoción– son unos dones muy poco frecuentes.
Como director artístico y como actor, estos dones me han ahorrado miles de libras esterlinas. En los primeros años del reconstruido Shakespeare's Globe Theatre estaba a punto de gastar mucho dinero en un equipo acústico, porque tanto a mis compañeros actores como a mi mismo nos resultaba difícil hacernos oír; entonces conocí a Stewart.
Si ha conseguido expresar una décima parte de esos dones en el presente libro, éste seria una fuente de inspiración y gran regalo para todos los que lo lean.












Mark Rylance 
Director artístico y actor
del Shakespeare's Globe Theatre
Mayo 2004

(Texto extraído del libro "La alquimia de la voz". Autor Stewart Pearce. Este corresponde al prefacio) 

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