jueves, 2 de mayo de 2013

Es peligroso aprender demasiado (VII y última)


Un primer paso sería reconocer lo mucho que contribuye el sistema educativo actual a coartar la autoestima cuando trata a las alumnas y alumnos como vasijas vacías, sin tener en cuenta la gran dosis de sabiduría que hay depositada en ellas. Esto solo contribuiría ya a aliviar los sentimientos de soledad, de culpa, de estar un poco desquiciadas, que atenazan a muchas personas. 
Por ejemplo: la Universidad de Chicago realizó recientemente un estudio sobre 70.000 escuelas, en un intento de identificar los principales factores que contribuyen a determinar los resultados académicos del alumnado. El estudio ofrecía un interés especial para la comunicada negra, dados los altos índices de abandonos entre el alumnado negro (próximos al 50%, según datos del Ministerio de Trabajo) y su pobre capacidad de lectura (a los diecisiete años, más de un 40% no han superado en esta aspecto el nivel correspondiente al sexto curso de primaria). Muchas personas temían que el estudio se limitase a acusar a los mismos factores ya señalados por otros expertos y expertas: la elevada proporción de familias empobrecidas encabezadas por mujeres y la insuficiencia de los fondos destinados a los distritos escolares con una desproporcionada mayoría de población escolar negra. 
Sin embargo, en la práctica, las familias monoparentales, independientemente de su nivel socioeconómico, ocuparon un modesto tercer lugar en la lista de problemas, y el presupuesto educativo por alumno sólo apareció en segundo término, muy por debajo de la causa más importante. Lo mas significativo resultó ser un factor intangible, a saber: las altas expectativas del profesorado y los progenitores en relación con un alumno o alumna. 
Apresurarse a culpar a las familias pobres encabezadas por mujeres, que tienden a ser predominantemente familias afroamericanas, viene a ser en cierto modo otra forma de racismo –y de sexismo– bajo una apariencia más liberal. Lo cierto es que son numerosos los casos de estudiantes brillantes procedentes de familias encabezadas por mujeres que han logrado salir adelante pese a los prejuicios sociales. Por otro lado, también entre los hijos y las hijas de familias euroamericanas "intactas" de los barrios más acomodados se registran problemas de drogas, trastornos asociados a la alimentación, comportamientos peligrosos y elevadas tasas de suicidios –una triste evidencia de una baja autoestima–, bastante más altas, de hecho, que las correspondientes a los grupos más pobres de la sociedad.  Unos datos que deberían indicarnos que no estamos teniendo en cuenta los factores adecuados, como: ¿Qué expectativas tiene una madre sola para ella y para su hija o su hijo? ¿Tienen el niño o la niña, de familia acomodada o pobre, alguna persona que les escuche? ¿Quién les dice que son personas especiales?  ¿Los alumnas y alumnos de la escuela elemental tienen contacto con modelos de mujeres y también de hombres capaces de ofrecerles cuidados y cariño? ¿El alumnado despierta el interés del profesorado y viceversa? ¿Los intereses del alumnado determina al menos parte del contenido de las clases? Sean cuales sean las dificultades que tenga una niña o un niño, ¿las percibe como un desafío o como un defecto personal? ¿Tienen enseñantes que les traten como tesoros únicos aún por descubrir, o el profesorado les exige que demuestren constantemente su valía? 
Según los tristes resultados de un estudio, pudo constatarse que, en el momento de ingresar por primera vez en la escuela, un 80% de las niñas y niños de una muestra diversificada presentaban altos niveles de autoestima. Al llegar al quinto curso de primaria, esa proporción se había reducido al 20%. Al finalizar la enseñanza secundaria, sólo un 1% conservaba una alta autoestima. 
Aunque los porcentajes varían de un estudio a otro, en razón de los términos en que se formulan las preguntas y de muchas otras variables, la conclusión final es idéntica en una proporción desusadamente alta de los casos: la asistencia a la escuela hace caer en picado la autoestima casi entre los sectores del alumnado. 
Tenemos que empezar a desprendernos del respeto que nos han inculcado hacia una educación que socava nuestro autorrespeto. No estará de más examinarla más detenidamente e intentar desmitificarla. 

(Texto extraído del libro "Revolución desde dentro". Autora Gloria Steinem)

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