jueves, 16 de mayo de 2013

La seducción de la ciencia (III)


La craneología demostró ser lo suficientemente flexible para superar numerosas divergencias internas y algunas creencias. Por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XIX la neuroanatomía situaba las actividades mentales superiores en los lóbulos frontales del cerebro. Como era de esperar, los craneólogos confirmaron el mayor tamaño de esas zonas en los cráneos masculinos, así como las regiones parietales –las partes laterales superiores del cráneo– eran más amplias en las mujeres. Pero la neuroanatomía revisó esta idea hacia finales de siglo, para situar las capacidades intelectuales superiores en las zonas parietales. Los craneólogos no tardaron en descubrir un error en sus anteriores mediciones: los lóbulos parietales en realidad eran de mayor tamaño en los varones, mientras que las zonas frontales, ahora de menor importancia, eran reducidas. 
Con el tiempo, los craneólogos, también se vieron obligados a modificar el criterio que correlacionaba el nivel de inteligencia con el volumen cerebral, como principal indicador. De ser así, las ballenas, los elefantes y otros animales dotados de cerebros de mucho mayor tamaño que el humano habrían contado con un potencial de inteligencia superior al del Homo Sapiens. La solución obvia era considerar el tamaño relativo del cuerpo, aunque surgieron divergencias internas en cuanto al procedimiento a seguir. ¿Debería adoptarse como criterio la relación entre el peso del cerebro y el peso corporal (en cuyo caso las mujeres, como grupo, habrían resultado ser más inteligentes que los hombres como grupo)? ¿O debía partirse de la relación entre la superficie cerebral y la corporal (criterio que demostraría la inferioridad intelectual  de las mujeres, pero en virtud del cual los hombres blancos también resultarían inferiores a los de algunas otras razas)? 
Por desgracia para la craneología, no existía una respuesta capaz de satisfacer a la vez las exigencias de la lógica y las necesidades políticas. Además, también hubo algunos escándalos: a veces, los científicos simplemente habían dado por supuesto que los cráneos y cerebros utilizados en las experiencias de laboratorio procedían de cadáveres masculinos o femeninos, dejándose guiar por sus propios criterios tautológicos, y otras establecían comparaciones entre parámetros no equivalentes del total de más de 5.000 mediciones que ser realizaban sobre cada cráneo. En un esfuerzo por salvar la profesión, algunos craneólogos optaron por volver a los orígenes, recuperando la simple jerarquía a partir de la asociación entre el tamaño del cráneo y el del cerebro. A fin de cuentas, era un criterio más comprensible y a la vez satisfacía una exigencia de sentido común, puesto que ofrecía una explicación de la superioridad masculina. 
Sin embargo, muy pronto nuevos datos sobre pacientes mentales revelaron un hecho alarmante: muchas de esas personas, consideradas "inferiores", tenían cráneos de gran tamaño. Dada la mayor propensión (actualmente comprobada) a considerar perturbadas a las mujeres que no se plegaban a los roles asignados a su género, éstas representaban una parte desproporcionada de la población de pacientes mentales en general, incluido el grupo con cráneos de mayor tamaño.
Se idearon diversas explicaciones ingeniosas. Algunos científicos adujeron que un cráneo voluminoso, a la vez que era indicativo de una mayor capacidad intelectual, también aparecía asociado a un mayor riesgo de locura. La mayor fuerza de carácter de los varones favorecía el desarrollo de la primera característica y les hacía más inmunes a la segunda.  Las mujeres, cuya debilidad y propensión a la histeria, condicionada por sus órganos femeninos, eran bien conocidas, no podían aprovechar su potencial intelectual y tendían a sufrir desequilibrios mentales. Entre las pruebas presentadas figuraba el caso de una estudiante universitaria con un cerebro de excepcionales dimensiones que se había suicidado después de suspender los exámenes. Tan practica teoría sobre las diferentes consecuencias de la posesión de un cráneo de gran tamaño para los hombres y para las mujeres, permitía dar respuesta a tres interrogantes: por qué un número desproporcionado de pacientes mentales eran mujeres, por qué todos los genios eran hombres y por qué eran más frecuentes los suicidios entre las mujeres que entre los hombres. 

Gloria Steinem

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