El chantaje no arraiga sin nuestra ayuda. Recuerda que para el chantaje hacen falta dos –se trata de una transacción– y el paso siguiente consiste en ver cómo colaboramos en tanto blanca del chantaje.
Cada ser humano incorpora a sus relaciones un poderoso conjunto de puntos candentes: la acumulación de resentimientos, pesares, inseguridades, miedos y cóleras. Se trata de nuestros puntos débiles y duelen cuando los tocan. El chantaje emocional sólo se produce si permitimos que los demás sepan que han descubierto nuestros puntos candentes y que saltamos si los aprietan. A lo largo de la obra veremos el modo en que las experiencias vitales modelan las respuestas emocionales automáticas que activan los puntos candentes.
Para mi ha sido fascinante observar la evolución de nuestra filosofía del comportamiento humano, desde la que nos considera víctimas hasta la que fomenta que asumamos la responsabilidad de nuestras vidas y problemas. En este sentido no hay faceta más importante que la del chantaje emocional. Es fácil centrarse en el comportamiento de los demás y pensar que todo saldrá bien si ellos cambian. Lo que de verdad necesitamos es encontrar el compromiso y el valor para entendernos a nosotros mismos y modificar nuestra relación con los supuestos chantajistas. Cuesta reconocer que, mediante la capitulación, realmente les enseñamos a chantajearnos. La verdad es la siguiente: nuestro acatamiento recompensa al chantajista y, nos demos cuenta o no, cada vez que gratificamos a alguien por una acción determinada le hacemos saber con toda claridad que puede repetirla.
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