lunes, 25 de octubre de 2010

Psicología de la meditación oriental (I)


Mi amigo Heinrich Zimmer, fallecido por desgracia tan prematuramente, puso de manifiesto, en su libro "Kunstform und Yoga", las profundas relaciones que existen entre la arquitectura hierática de la India y el yoga. Quien haya visto alguna vez el Borobudur o las Stupas de Barhut y Sanchi no puede dejar de sentir que en ellos han intervenido una actitud espiritual y una visión totalmente ajenos al europeo, si ya antes no lo hubiera advertido por otros miles de impresiones de la vida india. En las múltiples facetas de la exuberante riqueza de la espiritualidad india se refleja una visión interior del alma que resulta extraña e inaccesible para la mente del europeo, heredero del pensamiento griego. Nuestro entendimiento observa las cosas, nuestro "ojo bebe -según la expresión de Gottfried Keller- lo que las pestañas recogen de la opulencia dorada del mundo", y lo acogemos en nuestro interior tomándolo de la plenitud de nuestras impresiones externas. Deducimos su contenido de lo exterior, según la frase: "no hay nada en el entendimiento, que antes no estuviera en los sentidos". Esta frase no parece tener ninguna validez en la India. El pensamiento y las imágenes indias aparecen simplemente en el mundo de los sentidos, pero no derivan de él. A pesar de toda la frecuente sensualidad de la expresión, en su esencia última carecen de ella, por no decir que son suprasensuales. No es el mundo de los sentidos, de los cuerpos, de los colores, de los tonos, ni la pasión humana, los que, por la fuerza creadora del alma india, renacen en imágenes luminosas o emoción realista, sino que es un mundo superior o inferior de naturaleza metafísica del cual irrumpe una figura extraña en imagen del mundo terrena y conocida. Si se observa un solo gesto natural: todo es bizarro, supra e infrahumano, no caminan como hombres, sino que se deslizan, no piensan con la cabeza sino con las manos. Aún el rostro humano desaparece detrás de máscaras artísticas esmaltadas de azul. Nuestro mundo conocido no nos ofrece nada que pudiera compararse en los más mínimo con esta grandiosidad grotesca. Su vista nos transporta a un sueño, único lugar en que podemos hallar algo semejante. Pero no son fantasmas nocturnos, sino que las figuras que encontramos en Kathakali o en las imágenes de los templos, son intensamente dinámicas, regularmente conformadas hasta en sus últimos detalles u orgánicamente desarrolladas. No son esquemas o reproducciones de realidades de otros tiempos, sino más bien realidades que no han sido todavía realidades potennciales, que en cualquier momento pueden trasponer el umbral del ser.
Quien se entregue con el alma a tales impresiones, observa inmediatamente que estas figuras no se presentan al indio como sueños, sino como reales, y nota que a nosotros también nos hacen sentir, con intensidad aterradora, algo para lo que no encontramos palabras. Y al mismo tiempo se advierte que, mientras mas impresionado se está, más se transforma en sueño nuestro mundo sensible, y que nos despertamos en un mundo de dioses de la más inmediata realidad.
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( Extraído del libro "Simbología del espíritu". Autor Carl Gustav Jung)

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