Laing tuvo la intuición de que quizá los médicos y las enfermeras mantuvieran a Phillip en su locura simplemente por los sentimientos que él les inspiraba. "Phillip generaba en todo el que se le acercara confusas sensaciones de repugnancia, tanto por su aspecto como por su olor, y de compasión, sólo por lo repulsivo que era y por su evidente angustia. Como resultado, muy pocos se resistían al intento de mostrarse amables y cariñosos con él, pero huían de su presencia y de su olor cuanto antes... no porque no pudieran soportarlo, sino por alguno otra necesidad."
A Phillip se le mantenía en su locura porque el intento de amarlo y de interesarse por él estaba teñido de hipocresía y él lo sabía. En cuanto Laing dio el insólito paso de llevar a su casa a un esquizofrénico catatónico, Phillip mejoró con asombrosa celeridad. Su incontinencia cesó en cuanto entró en la casa. Un par de semanas después había dejado de tambalearse, aunque todavía temblaba. Empezó a hablar de modo entrecortado, pero coherente. Tres meses después había mejorado lo suficiente como para que lo instalaran en un hogar sustituto. La amenaza de pasarse el vida encerrado en una sala psiquiátrica se había borrado.
Laing no aplicó psicoterapia a Phillip mientras lo tuvo bajo su techo. Se le trató sinceramente, sin hipocresía emocional, es decir: reaccionando como correspondiera ante sus actitudes buenas o malas. Quince años después volvió a la casa para informar de sus adelantos. Tal como lo dice Laing, con un dejo de ingenio mordaz: "Estaba casado, tenía dos hijos, trabajaba con empleo fijo y estaba siguiendo un curso nocturno de psicología."
Es difícil negar que la cordura de Phillip dependía, en gran parte, de las proyecciones de las mentes ajenas. El "amor" y el "interés" superficiales de la sala psiquiátrica lo mantenían aprisionado en un ser falso, porque esos sentimientos eran igualmente falsos. Detrás de ellos acechaba el verdadero mensaje: el "amor" era sólo un medio para mantenerlo dominado; era un artilugio de poder.
Afortunadamente, en Laing el niño encontró a alguien que lo miró da la luz del amor. Para mí, ésa es la parte más conmovedora del relato. Laing no toca el tema del amor. Plantea motivos sobre una simple base de humanidad: "Me apenaba mucho su aprieto y quería ayudarlo en lo posible". Sin embargo, en presencia de Laing se estableció un entendimiento que era sincero reflejo de una conciencia con otra. La intensidad de la vida, tan límpida, sana y amorosa, irradió de Laing y tocó al muchacho. Ésa parece ser la parte más natural de lo que ocurrió entre los dos y lo que debería ocurrir entre todos nosotros. Un ser verdadero habla a otro, utilizando el idioma del corazón, y en es vinculo una persona se ve curada.
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