1. La visión correcta.
Una visión correcta provee el remedio para el sufrimiento. Nos proponemos desarrollar la visión correcta como primer aspecto del Noble Óctuple Sendero. Preguntamos: ¿tenemos una visión clara y abarcadora de nosotros y de la naturaleza de la realidad? ¿O dejamos de ver el todo por estar centrados en nosotros mismos?
Parte de la sabiduría implica por un lado renunciar a los pensamientos, acciones y conductas incorrectos y, por otro, adoptar la visión correcta. El sufrimiento es el resultado del no comprender y de tener una visión incompleta. Hacemos algo que nos conduce al error y al dolor, y dejamos de hacer lo que fomenta el beneficio y el entendimiento. Nuestra percepción es turbia, por lo tanto la conciencia funciona mediocremente. Por estar entrampados en nuestros propios patrones kármicos y envueltos en las emociones, fácilmente podemos quedar empantanados en el mundo del samsara.
El origen del dolor y las frustraciones es el resultado de tendencias kármicas que nos acompañan desde el nacimiento y en las reacciones aprendidas durante la infancia. De niños se nos enseña como debemos pensar y actuar; hay poco lugar para explorar nuestros sentimientos. Si no podemos expresar nuestro entusiasmo y nuestro dolor, pronto nos convertiremos en extraños a nosotros mismos, proclives a los sentimientos de culpa. Aprendemos a mirar primero a los demás -padres, hermanos y maestros- antes que a nosotros mismos. La inevitable formación del Yo durante la infancia nos predispone al sufrimiento.
La llegar a la adultez, quizá ya ni sepamos quiénes somos, más allá de nuestros roles y múltiples imágenes de nosotros mismos: como padres, empleadores, empleados y demás. Atrapados en pensamientos, acciones, conductas y opiniones incorrectas, incompletas o impuras, nos agobia un sentimiento subyacente de enorme desilusión que apunta a la pérdida de la integridad personal.
La visión correcta nos provee una imagen clara de nuestra verdadera naturaleza y señala el camino a la sabiduría. Si nos corremos un paso atrás para vernos en una perspectiva más amplia, podremos entender que no somos el centro del universo sino una parte de un todo integrado. Cuando ya sabemos lo que es tener una visión correcta, podemos dejar de identificarnos con el Yo. La visión correcta esclarece las historias y dramas personales y nos permite tener un panorama más amplio. Cuando percibimos que la naturaleza de la mente es la de un espejo, capaz de generar tanto felicidad como sufrimiento, ya no nos apoyaremos en presupuestos, sino en una mente abierta.
La visión correcta no es algo que se posee: es algo que se redescubre una y otra vez. Ayuda recordar que la visión correcta siempre apunta al camino medio: ni demasiado ni demasiado poco, sin extremos de austeridad ni de decadencia. Ni tan duro ni tan blando, ni tan lento ni tan veloz. La visión correcta reconoce la libertad de la mente, no pertenece ni al determinismo ni al nihilismo. Une sabiduría con compasión.
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(Idem)
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