sábado, 5 de junio de 2010

La era de la ansiedad (VI)


Al llegar aquí, no deseo parecer misterioso o hacer afirmaciones de "conocimiento secreto". La realidad que corresponde a "Dios" y "vida eterna" es honesta, sin engaño, clara y expuesta a la vista de todos. Pero es preciso una corrección mental para verla, de la misma manera que una visión clara requiere a veces la corrección que proporcionan unas gafas.
La creencia obstaculiza, en vez de ayudar, el descubrimiento de esta realidad, tanto si uno cree en Dios como si cree en el ateísmo. Hemos de hacer una distinción clara entre creencia y fe, porque, en la práctica general, la creencia ha llegado a significar un estado mental que es casi opuesto a la fe. La creencia, tal como uso la palabra en este contexto, es la insistencia en que la verdad es lo que uno querría o desearía que fuera. El creyente abrirá su mente a la verdad a condición de que ésta encaje con sus ideas y deseos preconcebidos. La fe, por otro lado, es una apertura sin reservas de la mente a la verdad, sea ésta la que fuere. La fe carece de condiciones previas; es una zambullida en lo desconocido. La creencia se aferra, pero la fe es un dejarse ir. En este sentido de la palabra, la fe es la virtud esencial de la ciencia y, del mismo modo, de cualquier religión que no se engañe a si misma.
La mayoría de nosotros creemos a fin de sentirnos seguros, para que nuestras vidas individuales parezcan valiosas y llenas de sentido. La creencia se ha convertido así en un intento de aferrarse a la vida, de hacerse con ella y conservarla para uno mismo. Pero no es posible comprender la vida y sus misterios mientras uno trate de aferrarla. En efecto, no es posible aferrarla, de la misma manera que uno no puede llevarse un río en un cubo, es evidente que no comprendemos el fenómeno del agua que corre y que siempre estaremos decepcionados, pues el agua no corre en el cubo. Para "tener" agua corriente uno debe dejarla correr libremente. Lo mismo es cierto de la vida y de Dios.
La fase actual del pensamiento y la historia humanos está especialmente madura para ese "dejar correr". El mismo derrumbamiento de las creencias en las que habíamos buscado la seguridad, ha preparado a nuestra mente. Desde un punto de vista estricto, aunque extrañamente, de acuerdo con ciertas tradiciones religiosas esta desaparición de las viejas rocas y los absolutos no es ninguna calamidad, sino más bien una bendición. Casi nos impulsa a enfrentarnos a la realidad con la mente abierta, y sólo podemos conocer a Dios a través de la apertura mental, como se ve el cielo a través de una ventana clara; no es posible verlo si se han pintado los cristales de azul.
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