viernes, 4 de junio de 2010

La era de la ansiedad (V)


En consecuencia. nuestro tiempo es una era de frustración, ansiedad, agitación y adicción a los narcóticos. De alguna manera hemos de aferrarnos a lo que podamos mientras podamos, e ignorar el hecho de que todo es fútil y carente de sentido. A esta manera de narcotizarse la llamamos nuestro alto nivel de vida, una estimulación aún más violenta. Anhelamos la distracción, un panorama de visiones, sonidos, emociones y excitaciones en el que debe amontonarse la mayor cantidad de cosas posible en el tiempo más breve posible.
Para mantener este "nivel", la mayoría de nosotros estamos dispuestos a soportar maneras de vivir que consisten principalmente en el desempeño de trabajos aburridos, pero que nos procuran los medios para buscar alivio del tedio en intervalos de placer frenético y caro. Se supone que esos intervalos son la vida real, el verdadero objetivo que tiene el mal necesario del trabajo. O imaginamos que la justificación de ese trabajo es formar una familia para que siga haciendo lo mismo, a fin de poder crear otra familia... y así ad infinitum.
Esto no es ninguna caricatura, sino la realidad pura y simple de millones de seres humanos, tan corriente que apenas merece la pena que nos detengamos en los detalles, salvo para indicar la inquietud y la frustración de quienes lo soportan, sin saber qué otra cosa podrían hacer.
Pero ¿qué vamos a hacer? Parece que hay dos alternativas. La primera consiste en descubrir, de un modo u otro, un nuevo mito, o resucitar uno antiguo de un modo convincente. Si la ciencia no puede demostrar que Dios no existe, podemos tratar de vivir y actuar como si, después de todo, existiera de verdad. No parece que haya nada que perder en es juego, pues si la muerte es el final, nunca sabremos que hemos perdido. Pero, evidentemente, esto jamás equivaldrá a una fe vital, pues es como si uno dijera: "Puesto que, de todos modos, la vida es fútil, finjamos que no lo es." La segundo alternativa consiste en tratar de enfrentarse sombríamente al hecho de que la vida es "un cuento contado por un idiota", y obtener de ella lo que podamos, dejando que la ciencia y la tecnología nos sirvan lo mejor que puedan en nuestra travesía de una nada a otra.
Sin embargo, éstas no son las únicas soluciones. Podemos empezar aceptando todo el agnosticismo de una ciencia crítica. Podemos admitir francamente que carecemos de base científica para creer en Dios, en la inmortalidad personal o en cualquier absoluto. Podemos abstenernos completamente de intentar creer, tomando la vida tal como es, sin más. Desde este punto de partida hay, no obstante, otra manera de vivir que no requiere de mito ni desesperación, pero sí una completa revolución de nuestras formas de pensar y sentir ordinarias, habituales.
Lo extraordinario de esta revolución es que revela la verdad que existe detrás de los llamados mitos de la religión y de la metafísica tradicionales. Lo que revela no son creencias, sino auténticas realidades que, de una manera inesperada, corresponden a las ideas de Dios y de la vida eterna. Hay razones para suponer que una revolución de esta clase fue la fuente original de alguna de las principales ideas religiosas, y que está con relación a ellas como la realidad con relación al símbolo y la causa al efecto. El error habitual de la práctica religiosa es confundir el símbolo con la realidad, mirar el dedo que señala el camino y luego consolarse chupándolo en vez de seguir la dirección. Las ideas religiosas son como palabras, poco útiles y con frecuencia engañosas, a menos que uno conozca las realidades concretas a que se refieren. La palabra "agua" es un medio útil de comunicación entre las personas que saben lo que es el agua. Lo mismo es cierto con respecto a la palabra y la idea llamada "Dios".
...

2 comentarios:

  1. Probando a dejar un comentario....

    ¡Puxa Asturies!

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  2. ¡Hola! rosa: si, ya veo, pero no es este el lugar donde no se ve la opción :)
    Asturias está viva, para que darle más :) Me alegra que la ames así.
    Un abrazo y gracias. Bienvenida, por si alguna vez vuelves.

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