martes, 1 de junio de 2010

La era de la ansiedad (II)


Los seres humanos parecen ser felices sólo mientras tengan un futuro a la vista, ya sea el bienestar de mañana mismo o una vida eterna más allá de la tumba. Por diversas razones, cada vez son más las personas a las que les resulta difícil creer en esto último. Por otro lado, el futuro de bienestar inmediato tiene la desventaja de que cuando llegue esa mañana, es difícil disfrutarlo plenamente sin alguna promesa de que habrá más. Si la felicidad siempre depende de algo que esperamos en el futuro, estamos persiguiendo una quimera que siempre nos esquiva, hasta que el futuro, y nosotros mismos, se desvanece en el abismo de la muerte.
En realidad, nuestra época no es más insegura que cualquier otra. La pobreza, la enfermedad, la guerra, el cambio y la muerte no son nada nuevo. En los mejores tiempos, la "seguridad" nunca ha sido más que temporal y aparente, pero fue posible hacer que la inseguridad de la vida humana resultara soportable por la creencia en las cosas inmutables más allá del alcance de la calamidad... en Dios, en el alma inmortal y en el gobierno del universo por unas leyes justas y eternas.
Hoy en día, esas convicciones son poco frecuentes, incluso en los círculos religiosos. No hay ningún nivel de la sociedad, y son muy pocos los individuos, que hayan pasado por una educación moderna, en los que no existan trazos del fermento de la duda. Está muy claro que durante el siglo pasado la autoridad de la ciencia ha ocupado el lugar de la autoridad de la religión en la imaginación popular, y que el escepticismo, por lo menos en las cosas espirituales, se ha generalizado más que la creencia.
La decadencia de la creencia se ha producido por medio de la duda sincera, la reflexión meticulosa e intrépida de hombres muy inteligentes, científicos y filósofos. Impulsados por el fervor y la reverencia de los hechos, han tratado de ver, comprender y enfrentarse a la vida como es realmente, sin hacerse ilusiones. Sin embargo, a pesar de cuanto han hecho por mejorar las condiciones de vida, su representación del universo parece dejar al individuo sin una esperanza definitiva. El precio de sus milagros en este mundo ha sido la desaparición del otro mundo, y uno se inclina a formular la antigua pregunta: "¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?". La lógica, la inteligencia y la razón están satisfechas, pero el corazón está hambriento, pues el corazón ha aprendido a sentir que vivimos para el futuro. La ciencia, lenta e inciertamente, puede darnos un futuro mejor... durante algunos años. Luego todo terminará para cada uno de nosotros. Será el fin de todo. Por mucho que lo prolonguemos, todo lo que está compuesto debe descomponerse.
A pesar de algunas opiniones contrarias, ésta es todavía la visión general de la ciencia. Actualmente, en los círculos literarios y religiosos se supone a menudo que el conflicto entre ciencia y creencia es una cosa del pasado. Incluso algunos científicos bastante ilusionados creen que cuando la física moderna abandonó un rudo materialismo atomístico, se eliminaron las razones principales de este conflicto, pero eso no es verdad. En la mayoría de nuestros grandes centros de enseñanza, aquellos que se ocupan de estudiar las plenas implicaciones de la ciencia y sus métodos están tan alejados como siempre de lo que ellos consideran un punto de vista religioso.
...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails